La puerta nº 1 del Sánchez-Pizjuán
Alguien tenía que decirlo
Javier Santos 20/01/2020 |
Cada cierto tiempo algún iluminado repleto de bilis se encarga de que muchos regurgitemos aquello que nunca podremos digerir, por mucho tiempo que pase. Y uno se da cuenta de que todo está ya inventado y, por lo tanto, escrito. Por lo que se ha de elegir: caer en el 'control + C' y 'control + V' o dejar pasar. Intentaré no hacer ni una cosa ni la otra, a ver si puedo. En este mundillo hay algo tan o más poderosa que el balón, los sentimientos. Y tras lo sucedido el pasado sábado en el Santiago Bernabéu, escenario tanto de célebres hazañas madridistas como cementerio de siluetas dibujadas con tiza en el suelo, al director deportivo del Sevilla se le ocurrió la idea de tirar de la tan andaluza exageración a la hora de mostrar su enfado por el arbitraje, en lugar de callar como tantas veces o decir una barbaridad de la que arrepentirse posteriormente, como nunca. "Si anulan el segundo gol lo mismo bajo al campo y saco al equipo", dijo antes de añadir que "el Sevilla asume que los errores puedan pasar". Todo esto justo antes de que quienes nos intentaron convencer en 2004 de que Marchena le hizo un Ushiro Nage a Raúl censuraran la falta de caballerosidad de Gudelj al no apartarse para que Militao pudiera recuperar la marca perdida.
Iluminados que aprovecharon esa exageración de Monchi, con tantos visos de realidad como los ojos de Espinete, para viajar en el tiempo. Concretamente a principios de siglo. Me atrevo a decir que el cabreo que se percibe en el sevillismo radica, más que en el increíble 0-1 anulado, en ataques como este a uno de los pocos directivos con trayectoria casi inmaculada en estas lides. Y emblema del club. Si hace más de una década le tocó ser diana a la afición en general, al capitán del equipo e incluso al presidente, ahora los dardos van al director deportivo, el líder del club de Nervión. Y con la misma falsa bandera que entonces: proteger al fútbol de los bárbaros y macarras que generan violencia desde el sur. Escupir así sobre Monchi y desde la falsedad es como darle una patada a la puerta nº 1 del Ramón Sánchez-Pizjuán y querer emprender la huida sin al menos cojear.
Como decía el sábado, lo mejor para los sevillistas es que ya hay otro partido en ciernes y que el Bernabéu no lo vuelven a pisar en este curso (salvo que la Copa, como hace tres años cuando se sancionó un penalti contra el Sevilla por empujón de un madridista a otro, determine lo contrario). Pero mientras llega el envite ante el Levante, esta bilis derramada me ha hecho recordar mi teoría del Big Bang sevillista, aquella conjunción perfecta de elementos que derivaron en el mejor Sevilla de la historia (tranquilos, me remitiré recomendar su búsqueda en Google). Hasta mañana da tiempo aún para regurgitar, por indigesta, la obligada pleitesía que desean algunos una meseta convertida en Everest moral del fútbol. Me seguiré rebelando ante esa pequeña parte del periodismo capitalino que no hace sino perjudicar la labor de la inmensa mayoría de sus miembros y, sobre todo, a sus delegados de provincias, que viven en la primera línea de la batalla, donde las balas dan. El sentimiento une. Como hace algo más de una década. Esto no va del VAR, que otras veces ha sido y será mal usado a favor del Sevilla. Esto va de dignidad. Y la puerta número 1 del Sánchez-Pizjuán tiene la dignidad durísima, a prueba de patadas.