Obligados a ser niños
Alguien tenía que decirlo
Javier Santos 24/12/2019 |
Algunos más escondidos que otros, pero todos llevamos desde y para siempre un niño en nuestro interior. Y aflora imparable en momentos muy concretos de cada año, en especial en su primera y última semana. La Navidad. También todos los que pululamos alrededor del fútbol llevamos un director deportivo dentro. Y soltamos sus riendas varias veces al año, también durante el periodo navideño que se avecina, justo antes de la reapertura del mercado de fichajes. Son momentos de catálogos, cartas, mentirijillas piadosas e ilusión desbordante. Es momento de ser niños otra vez.
Los sevillistas no sólo van a liberar ahora a ese niño que alguna vez fueron sino que son conscientes de la obligación que tienen de desatarlo. Una especie de deber que, si bien no está en los estatutos del club, sí en el legado genético heredado. El niño pide sin pudor, sin freno, sin memoria. Y le señala todos los años más de medio catálogo de jueguetes a los Reyes. Ya se encargarán estos dos (¡ups! ¿He dicho dos?) de ejecutar el maravilloso truco que de verdad los convierte en magos, el de conjugar una serie inverosímil de sacrificios para que aparezca la felicidad en su máxima expresión.
El sevillista debe escribir su carta sin miramientos, sin temor a ser reprendido, sin recelo a pecar de exigente, sin miedo a no ser saciado. Y sí, sin memoria, aunque sea durante un instante. Un central por si se lesiona alguien. Un lateral derecho por lo que le pudiera pasar a Jesús Navas. Un Ocampos por la izquierda. Y un delantero que marque goles. O dos. Sí, mejor dos. La carta se escribirá en serie en todos los hogares de sevillistas, obligados a ser más que nunca esos niños que cada Navidad desplazan la memoria comprensiva en favor de la ilusión insaciable, de la imaginación. Qué importa si Monchi, Castro y Cruz ya hicieran de Reyes Magos (he dicho tres, ¿no?) en verano, dejando como resultado un equipo con aroma a incienso y mirra y que por ahora brilla como el oro.
Son ellos, los niños, con sus interminables peticiones, con esas miradas irresistibles y chantajistas emocionales, los verdaderos artífices de que año tras año los Reyes Magos terminen haciendo magia de verdad. Y son ellos, los sevillistas, los niños que tiran de imaginación, siempre libre e infinita, para viajar desde el imperfecto invierno hasta una primavera donde el sol brilla en plata. Imaginación que viaja escrita en una carta al verdadero Rey Mago. Sí, he dicho uno.