La insoportable victoria de Jesús Navas
Alguien tenía que decirlo
Javier Santos 03/11/2019 |
El fascinante mundo de las redes sociales colocaba esta semana de nuevo sobre mis ojos un desempolvado vídeo de Diego Armando Maradona, hace años, lamentándose por cómo había esnifado gran parte de la gloria que el destino le guardaba. Uno de los mayores talentos naturales de la historia del fútbol, pese a su temprana caída en picado, ofreciendo su alma por tener la oportunidad de volver a aquel momento en el que empezó a rodearse de fantasmas con caretas de amigos. "¡Qué jugador nos perdimos!", admitía el propio Pelusa, implorando por ese imposible que es dar marcha atrás al tiempo. No nos lo perdimos, pero lo disfrutamos sólo a la mitad, que da más rabia puesto que puedes imaginar lo que nunca llegó a pasar.
El destino, sin embargo, nos ofreció sólo tres décadas después el milagro de disfrutar de aquel Maradona que se perdió por sus fosas nasales. No tendrá el carisma del Diego, pero sí todo lo que no tuvo él: mejor rodeado dentro y fuera del campo, sin bandejas de cocaína ni Goikoetxeas en los equipos rivales y con Xavi, Iniesta y compañía en el suyo, Lionel Messi se aproxima a la difícil perfección de un líder. A Maradona lo adoramos porque, entre otras cosas, podemos reprocharle de todo y maldecirlo por sus boludeces. Pero Messi apenas nos deja.
Algo parecido sucede con alguien que veía la luz en Los Palacios y Villafranca justo cuando Maradona empezaba a alternar goles increíbles con el maldito polvo blanco y que se hizo niño viendo precisamente en su equipo del alma a D10S en busca de un segundo advenimiento. Jesús Navas González, niño de la Carretera de Utrera, pieza clave en el renacimiento del club en el siglo XXI, levantador de trofeos con su Sevilla, futbolista con más partidos en la historia del club, campeón del mundo y de Europa con España... Y lo más parecido a un one club man sin haberlo sido. Para colmo, esa experiencia en el City, lejos de ser una mácula evitando el romanticismo de no moverse de Nervión, se convirtió en un fructuoso exilio en Manchester, tanto para él (tres títulos) como para el Sevilla, que lo vendió por casi 20 millones y lo repatrió casi gratis. Encima, eso.
Porque Navas es otro de esos líderes silenciosos que no nos permite dar rienda suelta a una de las más prolíficas aficiones de los españoles: darles caña a nuestros propios referentes. Ni un mal gesto al rival, ni un solo regate a Hacienda, ni una mala declaración, ni siquiera una inocente doble amarilla. Ni malas compañías, todo lo contrario. Navas no nos deja sacar nuestro instinto más primitivo y eso se vuelve insoportable. Con un estadio que lleva su nombre, el mismo que figura en el primer lugar en la extensísima lista de jugadores que han defendido la camiseta del Sevilla, Jesús Navas acumula homenajes propios de un futbolista ya retirado. Y nada más lejos de la realidad. Su privilegiado físico, su talento natural y su insultante humildad le permiten ser emblema de todo un Sevilla Fútbol Club siendo aún su capitán en activo. Un candidato a Dorsal de Leyenda incluso antes de retirarse. ¿Han visto algo igual?
Navas, que en unos días cumplirá 34 años, no es capitán honorífico del Sevilla, sino real, titular indiscutible con el brazalete azul e internacional de nuevo con la Selección a las puertas de una nueva Eurocopa. Un estatus al que sólo puede llegar quien tiran de los valores que le han inculcado y de la humildad suficiente para jugar y luchar como si no tuviera su brillante palmarés sino que aspirara a él. He ahí la gran victoria de Navas, el insoportable triunfo de la perfección de no dejar ni el más mínimo resquicio para atizarle, ni siquiera a los enemigos del Sevilla. Si Rafa Nadal, el máximo exponente de esta clase de abrumadores líderes, fue zarandeado públicamente por ayudar a achicar agua tras una riada en su ciudad, habrá que esperar a que Navas aparque un día en doble fila en la puerta del colegio de sus niños o tire un papel al suelo, porque aquí en Sevilla llueve realmente poco. Si Messi es el Maradona que no pudimos ver, Jesús Navas ha conseguido ser lo que todos los sevillistas sueñan ser.