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La redención del pelele

Antonio Félix
Antonio Félix
02/10/2019

Se podía haber hecho mejor, se debía haber hecho bien. Pero se hizo como ordenó don Florentino. ¿Por qué? Porque él es así. Porque bien sabido es que gusta de rendidos gestos de sus nuevos bufones antes de abrirles las puertas del áureo paraíso del Madrid. Porque, demonios, al fin y al cabo uno no se convierte en el tipo más poderoso, tal vez, del país haciendo las cosas bien, sino haciendo las cosas como a él le sale de por ahí. También porque conoce la naturaleza del hombre, sus debilidades, sus pasiones, su soberbia, su estulticia, su definitiva insignificancia. De tal manera que, a cuatro días de comenzar un Mundial, mandando a futbolistas del Madrid, pero también del Atleti o del Barça, por decir, Julen Lopetegui aceptó anunciar que sería entrenador del Real, convirtiéndose de inmediato en el pelele mayor del reino, condición agravada por la patada que le dio su graciosa majestad cuando apenas si había dirigido catorce partidos del equipo blanco. En ese justo punto estaba cuando le llamó el Sevilla.

A sus oídos, esa llamada tuvo que sonar a redención. Una oportunidad única para demostrar su verdadero talento, su envergadura, su hombría. Para hacerlo contra viento y marea, porque la afición del Sevilla le recibió con espanto. No hubo encuesta en que Lopetegui no saliera como la última opción que quería el gentío. Por preferir, preferían de nuevo hasta a Míchel. Lo que fuera, hombre, antes que Julen. Pero llegó, y cómo llegó. Como un ciclón. Al contrario que en su breve caminar en el Madrid, nada pareció influenciar las decisiones del técnico vasco, muchas de las cuales dejaron ojiplático al personal, incluido el propio Monchi, que probablemente tuvo noches en las que le asaltó la pesadilla de haber firmado tres años a semejante prenda.

Tras gastar 130 millones en fichajes, resultó que los de mayor relumbrón no le servían a Lopetegui. Koundé comenzó de suplente, Rony Lopes alternó la grada y Dabbur directamente ni se vestía. Uno de los factores que más destacó Monchi para apostar por Julen fue su mano con los jóvenes. Pero el mayor talento de la chavalería de Nervión, Bryan Gil, desapareció del mapa. Por contra, un futbolista acabado en el Sevilla, Nolito, se convirtió en la referencia para el nuevo técnico junto con De Jong, el espigado delantero por el que dieron puerta al pequeño y letal Ben Yedder. La confianza de Lopetegui en el punta holandés es pertinaz a pesar de su escandalosa estadística: seis partidos, cero goles y prácticamente cero oportunidades de marcarlos.

Sucedió todo esto y muchas cosas más, sobre las que Lopetegui dio, exactamente, ninguna explicación. Al menos, ninguna explicación convincente. Ni falta que hacía. Porque, señores, con De Jong y con Nolito, y con Carriço, y sin Gil, Rony ni Dabbur, el Sevilla era líder de la Liga. ¿Qué demonios tenía que explicar Lopetegui? En tales circunstancias, no cabía sino desdecirnos todos de nuestras catastróficas predicciones, renegar de las apostasías con Julen y descubrirnos ante el genio que, en realidad, era el pelele que presumíamos, capaz como tal de ver la más deslumbrante luz donde nuestros ofuscados ojos únicamente divisaban oscuridad.

Sólo que llegaron el Madrid y el Eibar y jodieron el invento. Y dos simples partidos, una semana, no más, bastaron para que emergiera de nuevo, poderosa, trágica y rutilante, la figura del gran bufón. Alineaciones desconcertantes, apuestas (Mudo) y desapariciones (Munir) estrambóticas, cambios (Gudelj) decididos el día de antes y ciertos tragos inesperados (Vaclik, Diego Carlos, Reguilón) abrieron de nuevo el gran melón del debate. Por momentos, pareció inevitable que, al fin, Lopetegui tuviera que dar serias explicaciones. Pero ayudó el Betis, cómo no, con su ridículo de turno cuando tenía la ocasión de echársele por encima. Y ayudó la sesuda obstinación del entrenador, que superó un aprieto gordo frente a la Real con papeles estelares de Nolito, De Jong y el Mudo. Qué personalidad, oigan.

El Camp Nou marcará otro capítulo esencial en esta entretenidísima dialéctica que, en buena medida, acompañará y decidirá la fortuna del Sevilla esta temporada. Y que, en resumidas cuentas, podríamos sintetizar en la siguiente cuestión, para la que cada bando va acumulando pistas, cada vez más poderosas pero aún nada concluyentes. O sea, ¿es Julen el gran pelele que todos ustedes presumían o el tremendo genio que sólo Monchi vio?

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