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El carácter de Julen
![]() Antonio Félix 28/08/2019 |
En esto no me distinguía de ninguno de ustedes: creía firmemente que Julen Lopetegui era un error. Más incluso, un cataplasma, una broma pesada, un auténtico fraude. Aún recuerdo vivamente la cantidad de encuestas que entonces se hicieron sobre la idoneidad del entrenador del Sevilla. Bailaban algunos candidatos, pero todas tenían un punto en común: Lopetegui era el último a quien los sevillistas querían ver sentado en su banquillo. Razones no faltaban, y no volveremos sobre ellas, salvo sobre la final, definitiva y que parecía sentenciadora, la postración del entrenador vasco ante Florentino Pérez para anunciar su fichaje por el Real Madrid a cuatro días de empezar el Mundial. ¿Realmente éste era el tipo de persona en quien iba a confiar el Sevilla? Como la carrera en clubes (fracaso en Oporto, fracaso en Madrid) ya arrojaba serias dudas sobre sus capacidades técnicas, cabía preguntarse, y vaya si la peña lo hizo, qué demonios vio Monchi en Lopetegui para entregarle las llaves del nuevo Sevilla. No creo que nadie obtuviera una respuesta satisfactoria. Como suele suceder entre los fanáticos, la única alternativa que quedó fue la fe.
Acotemos que la fe era en Monchi, lo que significa una fe con ciertas garantías. Probablemente en la historia reciente del Sevilla sólo hubo otro movimiento de tamaño calado deportivo tan estrafalario, y fue precisamente el nombramiento en su día de Monchi como director deportivo. Como ahora, aquello fue incomprensible e impopular, pero la gente confió en lo que, a la postre, resultó una bíblica iluminación de don Roberto Alés. Es precipitado y a todas luces exagerado comparar la trascendencia de estos dos hechos. Pero conviene resaltar la casuística para entender cómo funcionan a veces las cosas en el fútbol y compensar con los elogios que merece el espléndido arranque del Sevilla todos los palos con que recibimos al entonces Julen filibustero.
Pese a que esto no haya hecho más que comenzar, o precisamente por eso, es gratamente sorprendente el empaque que Lopetegui ha conseguido darle a un equipo con un mogollón de caras nuevas, en torno a seis o siete en la alineación titular. La disyuntiva la pongo a causa de Nolito, a quien no se puede considerar un fichaje, pero que era un jugador que ni estaba ni se le esperaba. El problema con Nolito era encontrar a alguien que pusiera cuatro duros para darle puerta. El resto de la historia ya la saben: se batió el cobre en la pretemporada, ganó una oportunidad y ha sido goleador y titular en las dos primeras jornadas de Liga. El hecho de convertir a un jugador residual en el paradigma del nuevo Sevilla dice mucho del carácter de Julen, de la personalidad con que ha decidido emplearse en su etapa en Nervión.
El caso de Nolito ha sido el más significativo, pero no el único. La apuesta por este defenestrado ha provocado que el fichaje más caro del Sevilla ni la huela, el tal Rony Lopes. Koundé, que costó otro pastón, también es suplente. Dabbur, que parecía iba a ser el nuevo Polster, no le gusta y ni lo convoca. Oliver pagó un discreto estreno pasando de la titularidad a la grada. Casi 100 millones, o sea, de momento inservibles, palabras mayores en un club del tamaño del Sevilla. Casi 100 millones que a Lopetegui parecen importarle un mismísimo comino, que le dejan indiferente frente a conceptos como la jerarquía, el compromiso, la eficacia, la justicia. Vaya, quién lo iba a decir del hombre que se hincaba de hinojos ante su majestad Florentino. Pero, qué demonios, nunca es tarde para aprender en la vida. Así que, ahora sí, Julen: bienvenido.