El Sevilla es un equipo de críos al que no permiten jugar, porque no y punto, en el patio de los niños grandes. Dentro de unos años, cuando Juanlu y consortes tengan hechuras de hombre, quizá. Ahora mismo, y a pesar del incuestionable mérito del partido disputado (perdido en el descuento) a cuchillo en el Metropolitano, esta tropa está para lo que está. Que no es poco, pero tampoco es mucho. Con dos goles de ventaja dentro de la última media hora, ahí están los tíos, el Atlético le remontó a base de golazos y lo dejó con la cara de tonto que dejan estas ocasiones.

El gol de Rodrigo de Paul antes de minuto décimo, cuando Griezmann ya había golpeado la cruceta y Álvaro Fernández le había hecho una buena parada al francés, auguraba una de esas noches de mitin que el Sevilla perpetra de vez en cuando en las guaridas de los ogros de la Liga. Se venía encima una avalancha sobre el pobre equipito de García Pimienta, tan voluntarioso y con tantas limitaciones… Pues no. Enseguida empató Lukebakio con un derechazo supersónico a la salida de un córner -tanto rollo con el balón parado y miren cómo fue a estrenarse el Sevilla esta temporada- y dejó sobre el escenario una primera parte igualada que desequilibró un contragolpe tan fulgurante como inesperado.

Porque, ¡que levante la mano quien pensase en la previa que era una buena idea asociar a Kike Salas con Peque en una banda izquierda de cartón! Imprudencia temeraria, fue lo más condescendiente que pensó el sevillista que, sin embargo, saltó de su asiento a la media hora, cuando el improvisado lateral y el no-extremo armaron un contraataque en tres toques (robo-pared-asistencia) que Isaac culminó con su primer gol de la temporada: control al galope y disparo cruzado con la izquierda que doblaba las manos de Oblak. El lebrijano, culpable involuntaria al alimón con Lukebakio de la pérdida que propiciaba el 1-0, se quitaba varias toneladas de encima.

La segunda mitad comenzó con la mejor jugada que el Sevilla ha regalado en esta etapa de García Pimienta, incluso en estirando el asunto hasta varios años antes. Una acción colectiva dinamitada por Lukebakio que discurrió de derecha a izquierda y terminó con un centro de Kike Salas rematado, de vuelta al palo contrario, por Juanlu. Un golazo para guardar en vídeo y que preludió unos minutos en los que parecía que los sevillistas iban a ganar con comodidad… hasta que apareció Griezmann para inventarse el descuento de la nada, una cualidad propia de las estrellas: control narcótico para dormir la pelota con la izquierda y remate láser con la derecha.

A partir de ahí, justo cuando el técnico sevillista planeaba dar entrada a Saúl por Peque para solidificar su centro del campo, se vino el diluvio. El Sevilla se agarraba a la esperanza del marcador. Primero, a la utópica victoria que mantuvo provisionalmente Álvaro Fernández con un par de paradas a Sorloth, una pesadilla para los centrales visitantes. Después de que Lino empatase con un misil tierra-tierra, al punto estupendo que habría de no haber vuelto a aparecer mediado el alargue Griezmann, que le hizo un nudo a Kike Salas para decidir el partido. Pues para esto está el Sevilla, que tiene cositas pero que esta temporada no dará alegrías. Disfruten… si pueden.