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Prohibido que prohíban jugar al fútbol
O tempora o goles
![]() Javier González-Cotta 18/02/2025 |
De muy niño me recuerdo vagamente en el parque del Cristina. Estoy jugando al fútbol con una preciosa camiseta blaugrana del FC Barcelona, con el 9 de Johan Cruyff a la espalda (un familiar quiso corromperme sin maldad alguna). Me veo también algo después, en el parque trasero de la avenida Reina Mercedes, jugando al fútbol con la primera adolescencia en su punto de hervor (con nosotros jugaba el hijo de Julio Cardeñosa). Un poco más tarde, me veo ahora también pateando balones de reglamento en las explanadas del Benito Villamarín, bajo las peculiares gradas de Gol Norte y esos anuncios algo desvaídos de cervezas Estrella del Sur.
Fútbol Paradiso. Eso era aquello. El fútbol rupestre siempre ha sido la calle, el espacio abierto. Una infancia sin fútbol de calle no podía sino dar pie a una infancia truncada. ¿Hay mayor escarnio para un niño? Pues bien, es lo que ahora ocurre en estos tiempos horribles en todo y para todo. Recuerda Lucía Taboada en El País que una vecina de la plaza del Consell de Barcelona pidió que se prohibiera que los niños jugasen al fútbol en su entorno. Decía la vil guardesa que le molestaban muchísimo. De ahí los carteles "Prohibido jugar a la pelota" que llenaron la plaza. Ahora el Defensor del Pueblo ha pedido su retirada porque atenta contra el derecho de los niños. Hay que defender la democracia de la ultraderecha 2.0 sólo para garantizar que siga existiendo la figura que hasta ahora creíamos inútil, huera y prescindible: la del Defensor del Pueblo. Qué nos alegramos de que haya emergido este defensor y, por ende, gran defensa central de la infancia. Pedimos que sea expeditivo y leñero.
"Prohibir jugar al fútbol en los espacios de las ciudades es como dejar de darle cuerda al reloj de la infancia. Es algo antinatural y deprimente, quizá la mayor de las profanaciones modernas", dice la Taboada. Antinatural, sí. Deprimente, sí. Y humillante, añado. ¿Quién no ha sentido la humillación de que no le dejaran jugar al fútbol a la vera de casa por culpa de un refunfuñón? Claro que es preciso un equilibrio. Hay que proteger el derecho al descanso del vecindario (les aseguro que vivo en una plaza y padezco la tortura de los músicos ambulantes). Pero cómo no defender el derecho inalienable y universal a jugar al fútbol, a creer que el mundo es por siempre ingrávido cuando un regate o un buen pase o un gol de bella factura nos suspende a pitufos y mayores de por vida, de la niñez a la vejez.
En Sevilla también se ven estos carteles de la infamia. Si hoy todavía queda una plaza inviolable, donde el cernudismo reclama su 'Ocnos', esta es la plaza de las Mercedarias, tan maltratada, ay, por el botellón y la mugre. Aquí niños y niñas suelen jugar al fútbol junto al colegio San José y el extraño convento decimonónico de las Salesas. Ser un mirón llama a la sospecha. Pero es uno de los placeres que aún nos queda antes de la total extinción. El mundo va a peor y prohibir jugar al fútbol a los niños es su constatación. Es verdad lo que dicen. La Tercera Guerra Mundial podría estar cerca. ¿Exagerado? Ya verán.