El duplicado Sevilla FC

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
17/01/2025

Recuerdo ahora ‘El hombre duplicado’ de Saramago, la novela aquella en la que Tertuliano, un profesor de matemáticas, creyó ver la copia de sí mismo en un actor al que no dejará de buscar. El Sevilla FC, poco o nada literario, es a su modo un equipo duplicado. Este club de fútbol sólo se reconoce ya en el espantajo en el que se ha convertido. Su doble es su propio trasgo.

El espantajo de sí mismo, a su vez, se duplica entre lo ridículo y lo desagradable. De la ridiculez en la que vive la institución ha hablado ya con tino el compañero Antonio Félix. A la par, el lado desagradable se extiende con ese olorín a detritus que el equipo propaga alrededor. Ahora, como es sabido, Kike Salas es investigado por posible estafa en apuestas deportivas (la condición de “presunto inocente” es sólo el protocolo que a uno lo suele llevar a la condición de reo).

Si mezclamos lo ridículo y lo desagradable, sale lo que sale: un club casi obsceno, tal vez tragicómico, donde la guerra institucional se dirime entre la pena, la vergüenza ajena y la risotada más pichardiana. Las juntas extraordinarias que pide Del Nido padre son más insoportables aún que las salidas extraordinarias de las cofradías que cumplen efemérides y derivados. Lo extraordinario es lo ordinario y se convierte en ordinariez.

El Sevilla FC es hoy también un equipo triplicado. Ridículo, sí. Desagradable, sí. Y feo, muy feo. La fealdad en todos sus poros ha contagiado incluso al juego del equipo. Nunca ha llegado a ser bonito bajo esa gran abstracción del "estilo Pimienta". Pero algún hilillo de luz se le veía en ocasiones (ese recuerdo, ya fósil, del último derbi en Nervión). El juego desplegado frente el alicaído Valencia nos hizo añorar incluso el fútbol horizontal de Lopetegui (hasta las ovejas dejaban de balar por aburrimiento).

Cara al Girona, sin embargo, nos asiste la única esperanza que nos queda de este friolento enero al fin de temporada. Si hoy por hoy no hay más certeza en el mundo que la incerteza, ahora no hay otra esperanza que asumir toda desesperanza para lo por venir. Da algo de tranquilidad saber al menos que la larga noche seguirá, en lo institucional y en lo deportivo. Uno, en fin, se acostumbra a hacer amigos en la oscuridad. Por eso, saber que Iheanacho está ya de nuevo a disposición del entrenador, es como asumir que sólo nos queda enfrentar el llano oscuro para atravesarlo con entereza de peregrinos en el yermo. Al menos ya sabe uno a qué atenerse.

Iheanacho forma ya parte de la historia cómica y rocambolesca de los delanteros que nos colaron por la puerta de atrás. Pienso en el calvo Molnar. Pienso en Rusescu. Pienso en el “Pelusa” Magallanes. Pienso en el inefable Papa Bawacar Diawara. Y, de añadido, pienso en las ya históricas croquetas del Sevilla (Romaric, Gnagnon). Con esto de las duplicaciones, ¿qué no es el humor si no otra forma de aceptar la desazón?

 



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