Apostar por el cinismo
Lucas Haurie 15/01/2025 |
Igual que una vulgar esposa de presidente del Gobierno sorprendida en pleno trinque, Kike Salas se acogió al derecho constitucional de no declarar cuando la pasma lo condujo hasta la Comisaría de Morón de la Frontera para interesarse sobre unas amonestaciones que permitieron a unos coleguitas embolsarse varios miles de pavos. En un sistema garantista nadie está obligado a autoinculparse, por supuesto, pero la autoridad (y la opinión pública) es libre de interpretar estas calladas respuestas de quienes son pillados, presuntamente, en falta: algunos silencios son más elocuentes que peroratas de dos horas. Sin ánimo de sacar conclusiones precipitadas y a la espera de que se practiquen todas las pruebas, el asunto pinta color hormiga. Desde el punto de vista penal, es apenas un juego de niños (de niñatos). Si la autoridad deportiva cae en la tentación de ejemplarizar con su caso, como suele ocurrir con los clubes sevillanos, se le va a caer el pelo.
El lentísimo discurrir de la administración de Justicia va a permitir que Kike Salas, si el Sevilla se atrinchera en su apoyo, continúe durante algún tiempo (más de una temporada, incluso) con una carrera deportiva ya lastrada no por la sospecha de la corrupción sino, peor todavía, con la certeza de la idiotez. Se alude a la juventud del imputado, con cierto tino, pero los futbolistas profesionales son mayores de edad para ponerse al volante de coches de gran cilindrada y ejercen su derecho al voto, si quieren, por lo que no existen motivos para protegerlos como criaturas irresponsables. El defensor ingresó en la estructura de categorías inferiores de un club de élite desde antes de que le saliera pelusilla en el labio superior. Si nadie alecciona a los canteranos sevillistas sobre los peligros de las apuestas deportivas, mal; si se hace y el futbolista ha hecho caso omiso, peor.
La podredumbre sin remedio que ha convertido al fútbol español en su basural, unida al sectario cierre de filas que determina la vida pública en nuestro desdichado país, invitan al Sevilla a enterrar en paletadas de tiempo este feo caso, en la seguridad de que enseguida llegará el siguiente escándalo que concite el movedizo interés de los medios. El Barcelona, sin ir más lejos, surfea desde hace dos años sobre su soborno continuado a la cúpula del colectivo arbitral sin la menor consecuencia para sus intereses. Claro, el tamaño importa… Sin embargo, conviene reflexionar con mirada más larga y rigor adulto. ¿Es fiable un futbolista que se comporta de esta manera? El fallo decisivo en el descuento que le costó a su equipo la derrota en el Metropolitano, ¿fue sólo un error o tuvo algo que ver con las apuestas? Si el protagonista de este suceso fuese un oneroso e improductivo fichaje llegado de confines lejanos, pongamos que hablo de Nianzou o Marcao, la carta de despido ya estaría firmada entre indignados aspavientos. Como es un chico formado en el club cuyo traspaso podría aportar unos milloncejos a la caja, todo es prudencia y comprensión. Que, en el reino del cinismo, se le caiga la lengua a trozos a todo el que hable de “presunción de inocencia” o “respeto a la justicia”.