El fútbol como estorbo
Javier González-Cotta 07/01/2025 |
Dominar las conjugaciones latinas. Largar al dedillo el número de provincias españolas coloreadas por regiones. Recitar como papagayos la tabla de multiplicar y hasta la de los números primos. Aprender y señalar en el mapa físico los ríos, mares y montañas de la Península Ibérica. Memorizar las formulaciones químicas (que el H2O es la poesía líquida del agua lo sabríamos mucho después). Trazar flechas de cuadros sinópticos en las frases. Desmadejar castilletes y castillos de quebrados. Conocer el mapa genealógico de los reinos peninsulares y descifrar sus infinitas cuitas y batallitas de antes de Isabel y Fernando. Caer asaeteados por las tildes de las llanas, las agudas y las consonantes y no desesperar con los diptongos…
Sí, para los ya talludos el aprendizaje analógico en el colegio era esto. Nostalgia según se mire (o terror agazapado sin cura posible). Todo se resumía en tres siglas de terracota que hoy se exponen en el museo arqueológico de cada uno de nosotros (los talludos, ya digo). Era, en fin, la EGB, preludio y engarce con otras siglas, las del BUP y el COU, donde el conocimiento venía alterado por el bailoteo de las hormonas y el ardor genital.
No, no he enviado este artículo por error a otro medio no deportivo. Digo todo esto del inicio porque la EGB de la memorización nos parece hoy un trance chupado en comparación con el embrolladísimo calendario que hoy impera en el fútbol. Sinceramente, igual usted empieza a sentir algo insólito a estas alturas de la vida: el pasotismo por el fútbol. Entre cambios de formato, entre nuevos usos y abusos en competiciones domésticas y europeas, entre inventos y ocurrencias, la verdad es que yo al menos he bajado los brazos.
En el mundo de ayer, el calendario de liga regía nuestros días con la misma rutina litúrgica que el calendario gregoriano. No había sobresalto alguno. No existía alteración posible en la hilatura amiga de los domingos de fútbol (más el partido del sábado por las autonómicas). Ahora todo es un dislate, ejemplo y muestra de la dispersión de los hábitos y de la machacada capacidad de atención. No hay mes ni casi semana donde no haya un cambio o un obligado coitus interruptus entre tal o cual equipo. En diciembre avanzado el Real Madrid disputaba –y ganaba– la Intercontinental y no jugaba su correspondiente partido de liga. Tres días atrás, por fuerza de causa mayor, el mismo Real de Florentino jugaba –y ganaba– su partido aplazado por la terrible Dana de Valencia.
Ahora, en lugar de la liga, la Copa del Rey en dieciseisavos (merecida cicuta en Nervión y elixir en Heliópolis) se está jugando con larga prosodia en la antevíspera, la víspera y el día de Reyes Magos. Proseguirá, ya en octavos, el próximo 15 de enero. Antes de los nuevos duelos coperos, la Supercopa de España (Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Mallorca) se disputará en la semana ahora entrante en Arabia Saudí, en Yeda, en el King Abdullah Sport City (o KASC Stadium Al Jawhara). Ninguno de estos cuatro equipos disputará la consiguiente jornada 19 de liga. Se buscará un hueco entre este calendario ideado por sádicos y codiciosos. Quiere decirse, por otra parte, que se acepta como si nada que la liga se adultere en todas y cada una de las interrupciones dadas. Todo sea, como ahora, por el potosí de Arabia Saudí. A Allah rezando y con la mano recibiendo.
Nos habíamos acostumbrado a enfilar enero con una manejable catarata de partidos entre los de copa y liga, con un ojo puesto en la Copa de África cuando tocaba por aquello del cheque-regalo de los futbolistas de nuestros equipos que la disputaban por patriótica obligación. Las competiciones europeas volvían todo lo más en febrero, cuando el sambódromo de Río, las máscaras de los casanovas de Venecia y el concurso de egos en el Teatro Falla. Este año, con el nuevo formato, habrá partidos de Champions y de Europa League antes de que acabe enero. Sólo la Conference disputará sus partidos en febrero (el equipo de Pellegrini se enfrentará al Gante el 13 y el 20 de febrero).
Es lo que hay. El nuevo modelo de competición en Europa nos ha desordenado a los que ya de por sí andábamos desordenados mental e intestinalmente. No hacía falta más castigo. Recuerdo que en otoño ciertos equipos de la Europa League, caso del Athletic, jugaban incluso partidos sueltos que tenían que cambiar por el correspondiente encuentro en liga, aplazando el envite y, por supuesto, adulterando la armonía en la competición. El partido aplazado se metía de matute donde cupiera. Así ha sido todo esta temporada hasta lo ya dicho en confesión quizá poco confesable. Uno ha bajado los brazos. El fútbol empieza a ser ya un estorbo. Aburre.
Por si fuera poco, ahí aflora otra vez la Superliga del Real de Florentino. La llaman ahora Liga Unify, con sus cuatro divisiones (Star, Gold, Blue y Union). Díganse 96 equipos de 55 ligas diferentes. Sólo de pensar en el calendario que traería consigo uno no piensa sólo en bajar los brazos, sino hasta en cortárselos por si acaso. El fútbol moderno, en fin, era esto también. Resumen de todo: hay que joderse. Que los Reyes Magos nos traigan el mundo de ayer, incluida la moviola, mil veces más honesta que el VAR y el VOR de la sala esa.