Xavi, el bueno
Antonio Félix 04/12/2024 |
Es curioso cómo en este país tan maravilloso en el que hemos tenido la suerte de caer gusta tanto la confrontación áspera, el tono subido, la manera desagradable. Cómo la gente, por lo general tan disfrutona, muestra tamaña simpatía por personajes groseros, exasperantemente maleducados, al punto de elevarlos a un altar desde el que despachan con absoluta impunidad toda la mierda que llevan encima. Lo vemos en la televisión, en las redes, en la política, en el fútbol... que somos todos nosotros. Es una cosa rara, difícil de entender, absolutamente común y que da bastante asco.
Por eso, estos días, merece celebrarse a Xavi García Pimienta, un entrenador que, por otra parte, no ha recibido demasiado azúcar desde esta tribuna. Nuestras razones teníamos, y mayormente aún tenemos. El Sevilla sigue resultando un equipo vulgar, sin apenas trazo, condenado a la mediocridad (y eso en el mejor de los casos) de la zona calmada del campeonato. En otras circunstancias, 19 puntos en 15 jornadas serían motivo de discusión severa, de probable destitución. Pero en estos tiempos de ayuno, con una plantilla que no alcanza la mínima defensa, provocan cierta exaltación general para don Xavier. Sobra el debate de cómo los ha conseguido, con sufrimiento atroz y no pocas dosis de fortuna por medio. El caso es que la cuenta sale: 6 puntos sobre el descenso. Enhorabuena, entrenador.
El motivo de la égloga, sin embargo, va más allá del trabajo de Pimienta, que parece solvente y con visos de progresar, pero sobre el que restan varios meses para poder calificar con mayor certidumbre. Realmente, la celebración la merece su estilo personal, su aparente calidez, su notoria cordialidad. La educación con la que se despacha en todos los órdenes, esa, en general, simpatía que tan extraña resulta en estas alturas del fútbol, donde tanto abundan, y gustan, los maleducados. Ante tanto Guardiola y Mourinho, y Luis Enrique o Tuchel, Ten Haag, entre todos los Abelardos del mundo, merece la pena considerar a los que, como Pimienta, demuestran (o intentan demostrar, en su caso) que no es necesario sacar el látigo y echar espuma para ganar. Tal vez con buenos sentimientos no se puedan escribir grandes novelas, pero sí hacer equipos competentes de fútbol. Y, si no, pregunten a Ancelotti.
El ejemplo de Pimienta, por último, es particularmente relevante en el Sevilla, club que, de un tiempo a esta parte, se ha visto envuelto en una guerra muy sucia, con los asaltantes y sus acólitos empleándose sin contemplaciones, alcanzando incluso la violencia. Es curioso cómo el sevillismo, que siempre ha hecho gala de cierto elitismo, de legendaria categoría, da carrete a un personaje patibulario como Del Nido Benavente (más allá de la consideración que merecen sus hazañas pasadas) o aguarda la (re)vuelta del director deportivo que, por dos veces, les engañó para dejarles, el mismo que invita a jamoncito a los ultras que le visitan en su casa del exilio (por más consideración que merezcan sus hazañas pasadas). La falta de educación y de vergüenza no pasan la debida factura en este país. Disfrutemos, pues, mientras dure, del bueno de Pimienta.