La estirpe
Antonio Félix 20/11/2024 |
En líneas generales, al Sevilla le ha ido mal tratando de ser sevillano. En los últimos años, no han sido pocas las intentonas al respecto ni ha habido área que se haya salvado de la llamada a la sangre blanca y roja. Hubo un tiempo en el que se habló mucho sobre aquello de sevillanizar al Sevilla. Y se fichó a Jesuli. También se proclamó una estrategia para, no sólo formar jugadores, sino formar entrenadores. Y se elevó a Manolo Jiménez. Como digo, al Sevilla le ha ido mal queriendo sevillanizarse. Al equipo, al banquillo y al club.
Porque con el plantel y los técnicos, la toalla se arrojó pronto. Apenas tardaron en darse cuenta de lo ridículo que era buscarle raíces al talento. Probablemente ése fue el mejor legado de Jesuli y Jiménez. Pero con los gestores, eso fue otra cosa. Hace casi 10 años, tras ser despedido de mi periódico, quedé a tomar un café con un altísimo directivo con el que guardaba una relación de cercanía, admiración y respeto. Tal vez por ello pensó que pretendía pedirle un favor, en este caso trabajar en el Sevilla, algo (no particularmente en este club, sino en cualquiera) que en realidad a mí se me parecía mucho al infierno en la tierra. El caso es que, casi sin remover el azúcar, ya me estaba largando que la primera cualidad que exigían para entrar en el club era el sevillismo a ultranza, cuanto más exacerbado mejor, sin resquicio ni mácula. Y que, sólo después de ese filtro, se valoraban ya las cualidades para el puesto. Tras aclararle, no con poco regocijo mío y tranquilidad suya, el malentendido personal, le comenté que, en mi opinión, esa estrategia era profundamente equivocada.
Y, con el tiempo, a la vista está. Los muy, muy, muy sevillistas gestores, ejecutivos y técnicos del Sevilla, incluido mi antiguo amigo, han ido desfilando dejando al club ante una de sus mayores crisis económicas de la historia. Un muy, muy, muy ultrasevillista director deportivo legó una plantilla de 200 millones con una piastra de futbolistas mayormente inservibles que todavía siguen pesando como una losa para intentar reflotar al equipo y aliviar la cartera. Un muy, muy, muy sevillista director de márketing, o de ventas, o de yoquesé, fue incapaz de encontrarle un patrocinador a la camiseta durante dos años con el equipo jugando en Champions, bajo el estúpido adagio modernito de no devaluar el producto si no se alcanzaba el precio pedido. Ésta es una característica muy antigua del cateto: que es arrogante hasta decir basta.
Estos días, el Sevilla anunció el fichaje de dos nuevos ejecutivos. Uno es gallego y otro italiano, algo que no debería ser ninguna noticia en una sociedad moderna que mirara, por encima de su ombligo, la inteligencia. En el Sevilla lo ha sido, acompañada, además, por otra mejor: un acuerdo por la camiseta por 9 millones el próximo año y medio. ¿Tan difícil era? No quiere decirse con esto que el Sevilla haya de minusvalorar a la gente de su casa, ni mucho menos, pero tampoco conviene olvidar aquello que un administrador judicial dijo un día del gran rival, que al Betis había que protegerlo de los béticos. Bien le habría venido al Sevilla protegerse de tanto sevillista, especialmente de los que, como los orangutanes, más golpes se dan al escudo.