El mercado de invierno de la 22/23, pero sobre todo la llegada de Mendilibar después, fue la tabla de salvación de un Sevilla que luchaba por la permanencia con un desoriantado Sampaoli. Las bajas acuciaban y, Monchi, en sus últimos servicios, repescó a Ocampos, sin protagonismo en el Ajax, y sumó las cesiones de Pape Gueye, Badé y Bryan Gil. Todos, en mayor o menor medida, sumaron, y en el caso del zaguero francés, tras ejercer la opción de compra, es el principal activo de la actual plantilla.

Cinco puntos separaban al Sevilla del líder en LaLiga, el Real Madrid, a finales de 2021. Con Lopetegui instando a dar un paso más, el club nervionense hizo un esfuerzo abonando una cesión millonaroa por Martial y adelantando el fichaje de Jesús Corona. El paso del delantero francés fue un fracaso. El internacional mexicano cumplió en la segunda parte de campeonato, con dos goles y cuatro asistencias, cayendo gravemente lesionado al inicio del siguiente ejercicio.

No hay que discutir la ambición del Sevilla en ese momento. El argentino, junto a Gasperini, había llevado a la Atalanta al primer panorama europeo con un fútbol arrollador, pero su desencuentro con el técnico italiano le abrió la puerta de salida del club de Bérgamo. El club nervionense apostó fuerte... y perdió. Operación costosa y ruinosa en lo económico e instrascendente en lo deportivo. Ni se acercó en Nervión al nivel ofrecido en Italia. Lopetegui no le encontró sitio.

Y de Monchi, en perfecta sintonía siempre con el entrenador de Asteasu, en la cuerda floja ahora en el West Ham. La del verano de 2019 fue la última gran planificación del isleño (temporada que acabó con la sexta Europa League y clasificación para la Champions), culminada en invierno con la cesión por año y medio, y posterior compra, de Suso y el fichaje de En-Nesyri. Ambos, del gusto del míster vasco. Los números del marroquí son incuestionables, tanto como la calidad del gaditano, aunque las lesiones le han lastrado.