El mapa de los descensos

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
27/05/2024

Entre el legítimo morbo y la piedad, me gusta echar un ojo a las catacumbas de las ligas europeas cuando los campeonatos exhalan su último vahído. Uno tiene sus vicios más o menos confesables. ¿Qué equipos han descendido? ¿Por qué ciudades y regiones se extiende el drama cual mancha de crudo en el mar? No lo hago por mezquindad, para refocilarme en la pena del prójimo. Simplemente me gusta prestar atención a la zona de las lágrimas más que a la zona del éxtasis donde las gestas y los títulos.

En la Liga española ha ocurrido un cataclismo de autoestima que va más allá de lo deportivo. No sé si el presidente Juanma Moreno dormirá plácidamente estos días. Desde el palacio de San Telmo podría ordenar colocar las banderas a media asta por luto y demérito de la raza. En términos etnográficos podría decirse que el ideal andaluz, aquel invento esotérico de Blas Infante, ha sufrido una humillación sin precedentes. En ninguna otra parte de Europa se ha producido lo que hemos visto por estos lares. Tres equipos andaluces, de cinco en total, han descendido a Segunda cogidos de la mano con fraternal sentido de la agonía (Cádiz, Almería y Granada). Uno no imagina tamaño desastre concentrado en la Umbría italiana o en las Midlands de Inglaterra. No vale decir que la andaluza es tierra vasta en extensión (razón por la que debería gobernar presencialmente al menos en el fútbol español). La Andalucía del fútbol se ha agraviado a sí misma, lo que no impedirá que se culpe de ello una vez más a los dichosos efluvios de la capital sevillana, con sus dos privilegiados equipos, únicos referentes del sur por historia, tradición y peso de sus aficiones. Es lo que hay, amigos de Ayamonte a Pulpí.

En Francia el desastre ha estado muy repartido territorialmente. El Clermont y el bretón Lorient han bajado a la Ligue 2 y el Metz (siempre me gustó pronunciar su nombre en francés) jugará la promoción del descenso. La Salernitana de la Campania, el Sassuolo de la Emilia-Romaña y el toscano Empoli han caído a la poza desde distintos puntos de la bota italiana. En Inglaterra, el histórico Luton Town (el equipo del pueblo puesto que obedece al pueblo de Luton), el Burnley de la zona de Lancashire y el no muy lejano Sheffield United (para gozo de los hinchas del Sheffield Wednesday) abandonan la Premier para reciclarse y repensar su sino en la secundaria Championship. En la emergente Bundesliga (cada temporada uno queda aún más obnubilado por las coreografías y la plástica de sus estadios), el VFL Bochum de Renania del Norte-Westfalia disputará un último partido a cara de perro por no descender en la promoción del todo y nada. Han descendido en cambio el humillado Colonia (cuarta ciudad de Alemania) y el Darmstdat 98 de la zona de Hesse y se ha salvado, con agónico romanticismo, el Union Berlín, uno de los equipos que suscita mayores simpatías por su filosofía opuesta al canon del llamado fútbol moderno.

Por eso, entre otras cosas, me gusta echar un ojo a los dramas de los descensos. Me sirven para viajar por las regiones de la catástrofe y situar, en su mapa, la geografía del dolor más indoloro, a sabiendas de que el fútbol, de entre las cosas menos importantes, es la más importante, lo dijera Valdano o Arrigo Sacchi. Pónganse en San Telmo las banderas a media asta. La raza, al menos la futbolera, está casi muerta.



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