Desolación de la quimera

Antonio Félix 22/05/2024

Estos días, en Santa Clara, Alfonso Guerra dedicaba un capítulo de su maravilloso ciclo de ponencias literarias a Luis Cernuda, sevillano, exiliado, el poeta del contraste, el de la realidad y el deseo. ¿Se puede ser más sevillista y actuar como el mejor de los béticos? Se puede. Y, de hecho, he ahí la raíz de la desolación que invade al Sevilla. Nadie de bien habría de dudar del hondo sentir de las muy sevillistas familias que vendieron su alma al diablo como sólo un enemigo podría hacerlo. De aquel negocio con el fondo cuatrero americano, hoy en quiebra, dicen que en manos de un acreedor ruso, pende la estabilidad de un club hecho jirones, para el que cualquier futuro mejor parece hoy una terca quimera.
 
Probablemente el menos culpable de aquel infamante enjuague es el hombre que ahora preside el Sevilla, entre otras cosas por su tiesura de acciones, que luego hemos sabido que le colocó el padre para enfangarlo hasta las cejas de deudas. Dicha ha quedado mi confianza en la voluntad de José María del Nido Carrasco, mi aprecio por su encomiable formalidad, mi más profunda admiración por el terrible castigo que acometió al defender su honor en el Sevilla: perder a un padre. Pero toda confianza tiene sus límites. La mía se derrumbó durante las tristes horas en que se despachaba a Jesús Navas como se despacha a un estorbo... Eso, sencillamente, no podía ser. Fue un momento culmen, definitivo para el recorrido como presidente de Del Nido… que resolvió con agilidad mientras los cuchillos se afilaban a toda prisa deseosos de su pescuezo. No es malo tener, en esta situación de fabulosa degradación en el Sevilla, a un presidente con cintura y reacción. Pero más le vale ser precavido. Juega en el filo, sin margen de error.
 
El momento en el Sevilla es de absoluta crisis. Cualquier otra perspectiva para afrontarlo es equivocarse. A día de hoy, nadie sabría decir a ciencia cierta por dónde van a ir los tiros. Qué equipo se va a hacer, con qué entrenador, con cuánto dinero, con qué ambición. La sensación es que habrá un año de transición para resetear, recaudar por lo poco decente que queda (En-Nesyri) y crear desde las cenizas. Es un discurso coherente que, en su práctica, resulta jugar con fuego. Por descontado, el clima tampoco ayuda. Del Nido sénior sigue con su obsceno circo, sin atisbo alguno de pudor (el más sevillista comportándose como el mejor de los béticos). Y la quiebra del fondo americano, perseguido por la justicia estadounidense, perdidos ya el control del Standard y el Vasco de Gama, no aclara precisamente las cosas. Más ruido, más turbiedad, más conspiraciones, más nada.
 
De entre la obra de Cernuda, hay un título maravilloso que le viene como anillo al dedo al Sevilla. Es la desolación de la quimera en el club que todo lo tuvo, antes de empeñarse en saltar al abismo.