Preferíamos a Hernández y Fernández

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
26/01/2024

En la víspera de la cita en el Metropolitano (todavía no se sabía nada del trágico accidente bajo la niebla manchega en la A-4), el compañero Antonio Félix dijo que el Sevilla Fútbol Club estaba muy podrido. Amén. Después de lo sucedido en Madrid, el Sevilla sigue tal cual. Quiere decirse que, aparte de luctuoso, continúa podrido. Estaba y está muy podrido, sí. Pero el Sevilla podría decir al menos esto de "oiga, que en mi mierda mando yo”. En el Metropolitano se demostró otra vez que el VAR está encorajinando a buena parte de la humanidad de forma preocupante.

De los días fantásticos con los Hernández y Fernández de Tintín, hemos pasado a la semana fantástica de Hernández Hernández en el VAR. Desde el Real de Madrid-Almería se ha disparado el follón ininteligible en torno al VAR, la sala VOR y la segunda y oscura sala VAR que, según parece, vigila casi de forma clandestina a los inquilinos de la propia sala VOR. Esto me suena a la era de la paranoia en tiempos de Enver Hoxha en Albania, cuando todo el mundo espiaba y delataba a todo el mundo.

El fútbol anda enfermo por culpa de quienes dijeron que venían a sanarlo. Hoy por hoy nadie entiende cuándo interviene el VAR, qué criterio lo avala, cómo se distingue una jugada gris de otra claramente blanca o negra, qué lance del partido se rearbitra y cuál no da a lugar. Y aparte, ¿manda realmente el colegiado del césped o el árbitro de VAR impone su criterio cual capcioso asesor? Es lo que hizo Hernández Hernández en el Bernabéu ante el pávido Hernández Maeso. Y, por si fuera poco, ¿qué conversaciones entre árbitro de campo y el VAR son audibles, cuáles no y por qué se filtran las no permitidas? Lo peor no es entender nada, sino que intenten explicártelo y no para sacarte de tus dudas, sino para hundirte aún más en la ciénaga.

Ayer, en el Metropolitano, el mismo inquilino del habitáculo VOR volvió a modificar el criterio al supuestamente reputado Gil Manzano. El penalti a Lamela pitado por el árbitro entró de lleno bajo ese halo nebuloso conocido como jugada gris. Pero el odiable vigilante de la sala VOR, Hernández Hernández, intervino cuando no debió hacerlo y, por el contrario, se inhibió en otra jugada igualmente gris (el penalti a Sow) que luego, visto en las escasísimas imágenes ofrecidas, emergió como penalti claro.

Cada año arbitraje y ultraje se conjugan mejor. La ira recrece. No se ha solucionado aún el enigma sobre qué manos han de pitarse en el área y cuáles no. Nadie sabe desde qué lance podría anularse un gol por haberse fraguado por supuesta falta anterior producida mucho antes del desenlace final. Nos enervan los fuera de juego que aun siendo más o menos claros se pitan con irritante tardanza hasta que la jugada se desmigaja por sí sola y el linier levanta su ridícula oriflama. Ante lances idénticos en lo punible, unos árbitros son tarjeteros fáciles y otros más calculadores.

Pero volvamos al debate sinodal. ¿Cuándo demonios ha de intervenir el VAR y cuándo no? El Comité Técnico de Árbitros (CTA) debería traer luz al asunto. Pero lo que suele ofrecer es más oscuridad y más animadversión entre el pueblo. La tecnología está matando la naturaleza del error sin la que el fútbol sólo sería una industria fría y mecánica. Visto lo visto sólo la GLT resultaría hoy aceptable (la tecnología sobre la línea de gol en las porterías, impulsada tras el famoso gol fantasma de Frank Lampard en el Mundial 2010).

Dicho lo dicho, para terminar, vuelvo al inicio. Al margen de lo ocurrido, más allá del infame Hernández Hernández (volverá al VAR en el próximo Real Sociedad-Rayo), el Sevilla Fútbol Club está podrido, muy podrido. Si el Sevilla perdiera ante Osasuna el domingo, Quique Flores podría estar bosquejando su destitución (quién sabe si incluso la está alentando). Sólo nos queda mirar a Italia por doble motivo. El Sevilla podría ser el nuevo Cagliari, el equipo sardo que ha batido todos los récords en cuanto a contratación de entrenadores (50 técnicos entre 1990 y 2022). Por otro lado, sólo la posible salida de Rafa Mir al querido y trágico Torino nos insufla algo de esperanza. Brindaría yo con cinzano, en recuerdo a su impulsor, el conde Cinzano, presidente del Torino en 1926.


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