Nunca siguió la senda de Alés, no

Paco Cepeda
Paco Cepeda
02/12/2023

José María del Nido Benavente, absolutamente repudiado por el sevillismo, todo, todo es todo, tras la actuación que dejó al club durante algunos días en Segunda B y provocó una de las mayores crisis de la historia, fue presidente del Sevilla FC con menos acciones que el que se estaba bañando porque lo puso ahí Roberto Alés García, mi debilidad, la debilidad de muchos de los que lo conocieron. Alés, el único capaz de sentarse de tú a tú con todos los actores principales del Sevilla y ponerlos de acuerdo, cuando decidió que iba a dejar la presidencia por salud, porque tenía una idea que no era bien recibida por la afición (el traslado a La Cartuja) y alguna cosa más de su esfera personal, se enfrentó a su sucesión. Eligió en primer lugar a Eduardo Romero, pero las condiciones de Romero, no contar con el poderoso grupo de Utrera, le autodescartaron. Y Alés, pese a las reticencias de casi todas las familias eligió a Del Nido Benavente, sin fiarse de él nunca. La única vez, por ahora, que este señor ha sido presidente del Sevilla lo fue por designación directa de Roberto Alés. Y esa calderilla de la que hablaba el letrado en guerra, el primer empujón para salir de la ruina según el modelo de Del Nido, lo dieron Alés, Pepe Castro y algunos más a los que ahora traiciona y ataca. Días después de ser elegido presidente del Sevilla, insisto, porque así lo preparó, trabajó y decidió Alés, este Florentino de Hacendado empezó un distancimiento inapropiado, enseñó su cara menos empática con su valedor que acabó con el cese a traición de Roberto Alés como federativo, un cargo más honorífico que otra cosa y que venía a demostrar desde el minuto uno ese eterno desagradecimiento y falta de escrúpulos que acompaña a Del Nido Benavente en su trayectoria vital.

El actual aspirante eterno a la presidencia, herido, como un toro en banderillas, sigue traspasando los límites de la elegancia que debe presidir cualquier actuación de un hombre que aspira a representar al Sevilla. En una tertulia, Arte y Vida creo que se llama, donde se supone que querría ganar adeptos, el impulsor o conductor de la misma, lo presentó como el presidente que le dio la vuelta al Sevilla siguiendo la senda de Roberto Alés. Algo muy limpio, muy verdad, aunque ahora lo voy a matizar, pero que el letrado no quiso dejar pasar. Tomó la palabra y dijo que él no siguió ninguna senda abierta por Roberto Alés, que Alés no dejó ninguna senda y que si la hubiese seguido el Sevilla estaría en La Cartuja y sin plata alguna que celebrar. No se puede tener ya menos clase. Les aseguro que para hablar de Roberto Alés, él, Del Nido Benavente, se tendría que gastar todo lo que tenga, no mucho, en el producto más fuerte posible que exista en el mercado para lavarse la boca, en cualquier orden de la vida. Heredó una quincalla honrada. Dejó una superpotencia manchada.

Alés, en dos años, puso las bases para que otros, él en este caso, cogiera un Sevilla pacificado, en orden, con Monchi en el área deportiva, y con la herida de la ruina empezando a cicatrizar. Lo de Alés y su raquítico equipo de trabajo (no había para más) fue espectacular, sin alardes, sin campañas de márketing, pero básico para todo lo que estuvo por llegar. Pero es que sin Alés, además, Del Nido Benavente seguiría siendo a día de hoy el señor que estaba en EuroDisney mientras el Sevilla agonizaba.

Lo cierto es que efectivamente, Del Nido no siguió la senda de Roberto Alés, ni sabe ni puede. Cogió otra senda que colocó al Sevilla ganando partidos y títulos, bastantes menos que José Castro, pero con el borrón indeleble de entrar donde entró dejando el nombre del Sevilla en entredicho. Eso efectivamente no es seguir la senda de Alés. No siguió la senda tampoco a la hora de mejorar la imagen del Sevilla. Alés fue pidiendo árnica y cumplimiendo religiosa y modestamente con todos esos pagos que el Sevilla tenia atrasados incluso desde la época en la que Del Nido Benavente ya terciaba. Efectivamente son sendas distintas. Una es de orgullo y satisfacción para todos los suyos. La otra ya vemos lo que provoca en su propia familia.

Pintadas, gritos en la calle para amedrentar a una mujer de la cabeza a los pies como Carolina Alés que lleva el legado que le ha tocado con la mayor responsabilidad de la que es capaz, que es capaz de bastante. Nada ni nadie le frena a este señor en su desaforado intento de ganar en la calle lo que se le priva en los juzgados.

Está provocando un caldo de cultivo bélico, con sus partidarios enloquecidos, que puede acabar muy mal. Y si pasa algo, la responsabilidad de él sería indiscutible. Clase no tiene, eso ya es imposible que se pueda subsanar, pero al menos un poco de altura de miras, de responsabilidad, porque lo que quiere provocar no es de hombre de bien. 



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