No es lo mismo estar seguro de alcanzar un objetivo que tenerlo asegurado. Todos estábamos seguros de que el Betis iba a estar en la fase de eliminatorias de la Conference, pero había que certificarlo con una victoria en Chisinau que no se sustanció hasta la segunda parte y que se puso en peligro en un tramo final de auténtico sainete. Es verdad que tras el descanso, los muchachos de Pellegrini merecieron vencer porque se desplegaron con la mínima intensidad competitiva exigida, después de un primer periodo infame en el que las diferencias con el modestísimo Petrocub Hincesti eran sólo teóricas. Sobre la hierba, ningún tiro entre los tres palos de ninguno de los dos equipos y un peligroso acercamiento local que conjuró Adrián cuando Ambros se disponía a rematar en boca de gol.

No hay tutía: sin ritmo es imposible ganar un partido oficial, por muy moldavo que sea el adversario. Y sin ritmo jugó el Betis durante los 45 minutos iniciales, que Pellegrini aprovechó para que reapareciese Johnny Cardoso. El estadounidense conformó con Mateo Flores un doble pivote demasiado premioso en la circulación de pelota. Pese a todo, el portero Smalenea concedió un gol a Bakambu, anulado por considerar el árbitro que el congoleño hizo falta al guardameta, que ya tenía el balón blocado. Discutible, pero la frustración por la decisión del colegiado belga no tapó la evidencia de que la zaga del Petrocub se desmoronaría en cuanto se le apretase.

Los dos cambios al descanso funcionaron, porque Altimira puso la chispa que le faltaba a Cardoso y Abde estuvo más activo que un perdido Jesús Rodríguez. La orden debió ser, a falta de fútbol, provocar el probable error de los moldavos, que llegó antes del décimo minuto, cuando la fe de Bakambu le hizo al ganar un balón dividido al central Mudrac, exigido por la fuerte presión de Chimy Ávila, y avanzar hasta el borde del área, desde donde batió con un suave disparo de interior a Smalenea. No debe restarse mérito al autor de un gol tan importante pero el partido, pese a esta decisiva acción, dejó señalado al delantero congoleño, lento y torpón en otras dos ocasiones en las que sus compañeros lo dejaron mano a mano.  

Un marcador corto, por flojo que sea el contrincante, siempre conlleva riesgos. Los que corrió el Betis, perezoso en el último cuarto de hora, a partir de que al árbitro belga lo obligase su compañero del VAR a revocar el penalti que había señalado sobre Abde, cuyo piscinazo denunciaron las imágenes. Pensaron los béticos que todo estaba hecho, permitieron que el Petrocub se les echase encima y, laxos como acostumbran a ser los jueves, concedieron dos ocasiones clarísimas: un gol de Caruntu (min. 88) que fue anulado por el fuera de juego previo de Lupan –se revisó largamente la acción porque un (casi) toque de cabeza de un compañero habría habilitado al atacante moldavo– y una irrupción desde la segunda línea de Mudrac que le entregó el balón a Adrián cuando tenía dos opciones de pase sencillo para que sendos compañeros marcasen a puerta vacía (min. 94). 

Petrocub (0): Smalanea; Jardan, Potirniche, Mudrac, Bors (Narh, minuto 33), Demian; Melachio (Diallo, minuto 46), Lungu (Vors, minuto 75); Ambros (Lupan, minuto 64), Puscas (Caruntu, minuto 75) y Platica.
Real Betis (1): Adrián; Aitor Ruibal, Llorente, Nadan, Ricardo Rodríguez; Johnny (Altimira, minuto 46), Mateo; Assane, Jesús Rodríguez (Abde, minuto 46), Chimy Ávila; y Bakambu (Vitor Roque, minuto 85).
Goles: 0-1, minuto 54: Bakambu.
Árbitro: Lothar D'Hondt, belga. Amarillas para Demian, Lungu, Abde y Andrei Martin (entrenador del Petrocub).