
El derbi (a secas y a estricta dieta)
![]() Javier González-Cotta 28/03/2025 |
Primero fue aquello de ‘La Roja’, cuando la primera Eurocopa (2008). Había que incentivar a los ‘millennials’ para ilusionarlos con la selección española (con los de la generación X poco podía hacerse). Nada como un término con pegada. Había que vender el producto: RTVE hacía patria con la audiencia tanto o más que las marcas de patatas fritas o las bebidas carbonatadas. ‘La Roja’, ay, vino para quedarse.
Ahora, bajo la generación de cristal (o generación Z), nos ha venido esto de El Gran Derbi (EGD). Dícese del derbi Sevilla-Betis o Betis-Sevilla de toda la vida. Hemos comprado el marketing que nos vendió un CEO venido de fuera. Y así estamos con la martingala de El Gran Derbi. La vida de quien frise los 50 añazos o más consiste en esto mismo: lo que va de la EGB a la EGD. En estas siglas de la existencia se resume más de media vida de muchos de nosotros (es mi caso).
Creo que si usted es como yo, si echara ahora la vista atrás, podría escucharse a sí mismo preguntando a los colegas de uno u otro color: "Quillo, ¿cuándo es el Sevilla-Betis?" Todo lo más preguntábamos por cuándo tocaba "el derbi", a secas y a estricta dieta. Ni usted ni yo, ni siquiera hoy mismo, se ve comentando nada en torno a El Gran Derbi, con esta prosopopeya absurda y de capital extranjero.
Cada cual es hijo de su forma en el tiempo. Y quien esto escribe no es más que un hijo de los derbis a secas de antaño. Era en el tiempo –los ochenta– de los naranjazos de acera a acera a lo largo de La Palmera, cuando el Sevilla visitaba el Benito Villamarín y la tradición mandaba que, al término del derbi, sevillistas y béticos la emprendieran unos contra otros con las naranjas caídas de los naranjos con azahar y con alguna que otra piedra como de intifada palestina. Eran las cosas del derbi a secas, como cuando Diego Rodríguez jugaba en el Betis y luego fichó por el Sevilla para escándalo deliciosamente provinciano.
Para toda una generación, lo de El Gran Derbi es una molestísima etiqueta. Tanto o más que la etiqueta de la camisa recién comprada que tanto nos molesta y nos pica en la cerviz. Uno va cumpliendo su ciclo como puede, adaptándose a la alienante tecnocracia e intentando no sucumbir al noble deseo de la pereza. Admitimos la IA como animal de compañía, sea una cebra africana o una burra de Rute. Pero por donde uno no va a entrar jamás es en esta artería mediática de El Gran Derbi, aunque ya no haya ni barras en los bares para expresar lo que detestamos y corran pésimos tiempos para la sabiduría con la que crecimos a partir del "fútbol es fútbol" de Vujadin Boskov, el filósofo serbio de Novi Sad.
Derbi a secas. Y a estricta dieta. A partir de ahí, pues que cada cual sea cómplice de su ensoñación en colores. El bético soñará con la ansiada manita de un 5-0 (dos de Isco, dos de Antony dos Santos y uno en propia meta para sellar la gran burla). El sevillista se conformaría, si acaso, con un 1-1 y con gol del empate marcado, para perpetuar el trauma ajeno, por un Manu Bueno de la vida o su parecido. El domingo se verá si toca burla o trauma en… el derbi.