El derbi que no es el mejor del mundo

O tempora o goles

Javier González-Cotta 24/03/2025

Suele decir engoladamente el alcalde José Luis Sanz, cuando la ocasión se presta, que Sevilla es la mejor ciudad del mundo. El aldeanismo conlleva estas cosas, más allá de las ridiculeces protocolarias a las que obliga la politiquería. Por supuesto que Sevilla no es la mejor ciudad del mundo. Si acaso, la mejor ciudad del mundo es aquella en la que se está bien, en la línea meliflua pero veraz de lo que decía el patriota Cicerón: allí donde se está bien, allí encontraremos la patria.

De igual modo, esta semana se le escuchará decir al alcalde que el derbi de Sevilla es el mejor del mundo. Aquí nos andaremos con menos citas, ni de Cicerón ni de nadie. Es un hecho objetivo que el de Sevilla no es el mejor derbi del mundo. Los hay mucho más apasionados y hasta bicontinentales: pienso en un Galatasaray-Fenerbahçe de la alucinógena Superliga turca, con el Bósforo de por medio. En Italia pienso no ya en el 'Derbi della Madonnina' entre Inter y Milan, sino en la clásica porfía entre tradición (Génova) y modernidad (Sampdoria) o entre romanismo político de color celeste o cárdeno (Lazio-Roma).

Pienso en el deseado iberismo, en el llamado 'Derbi da Capital' entre Benfica y Sporting (originado en 1907, cuando varios jugadores de Benfica se convirtieron en felones y se pasaron al Sporting en busca de mejoras salariales). En Inglaterra, en Birmingham, se dirime con pasión anglosajona el 'Second City Derby' entre el Aston Villa y el Birmingham (el primero data de 1879, cuando por aquí Pablo Iglesias andaba fundando el PSOE). Y en Glasgow, hablar de derbi es hablarle a Dios en dos idiomas a través del 'Old Firm' entre católicos del Celtic y protestantes del Rangers. Las bengalas a orillas del Sava y del Danubio inspiran los derbis belicosos al estilo balcánico entre Partizan y Estrella Roja de Belgrado. Y en Grecia el 'bengalismo' y la pasión igualmente tumultuosa tienen su cita con el derbi rojo y verde de Atenas entre Olympiakos y Panathinaikos.

Fuera de Europa hay derbis allende la mar océana de mayor predicamento y pasión (en comparación, el derbi sevillano podría considerarse una sucursal apañada). No piensen sólo en el derbi bonaerense entre River y Boca, del que The Guardian dijo que era una de las 50 cosas que uno debía ver antes de morir. Piensen en un Peñarol-Nacional en Montevideo (el más antiguo fuera de Inglaterra con 125 años de historia) o en el llamado 'Fla-Flu', la samba a muerte social y deportiva entre Flamengo y Fluminense en el estado de Río de Janeiro.

Pienso, también, en los grandes derbis periféricos, con su desconocidísima pero superlativa pasión de pasiones. Pienso a orillas del Miljacka en el duelo entre el FK Sarajevo y el Zeljeznicar un domingo bajo la nieve. Pienso en el derbi ideológico de Nicosia entre el Omonia y el Apoel. Pienso en el 'Derbi de Soweto' en Johanesburgo entre el Orlando Pirates y el Kaizer Chiefs. Pienso en la teocracia de los ayatolás y en el 'Derbi de Teherán', que enciende pasiones chiíes entre acérrimos del Esteghlal y del Persépolis. Y pienso en la muy ardorosa megaciudad de El Cairo, donde hasta un árbitro extranjero ha de pitar los derbis a vida o muerte entre Al Ahly y El Zamalek.

No, el derbi sevillano entre Real Betis y Sevilla FC no es el mejor del mundo. Ni por asomo. Pero allá cada cual con su criterio. Del derbi de la cornamenta a Superpaco (1980), al derbi del cuchillo a Benjamín (1999) y al más reciente del palito a Jordán (sin olvido, claro está, del derbi del busto loperiano), el historial de la máxima sevillana acumula su gran poso de sucesos más allá del fútbol. Y sí, aquí el fútbol es una religión incluso. La excusa de la guasa suele echar su falsa anestesia sobre los hechos más vergonzantes. Pero ni por esas el de Sevilla es el mejor derbi de fútbol del mundo. Sería como admitir el cliché de que Sevilla es dual para todo. Y, francamente, la trola ya no cuela.

Si el derbi de este domingo ha de pasar a la historia como el del derbi de la ruptura de relaciones, pues que se levante acta del mismo ante notario y que el documento en papel timbrado se guarde en el trastero con los demás trastos (donde la cornamenta, el busto, la navaja de Benjamín y el palito de Jordán). Pensemos en el museo de armas y cachivaches que deben atesorar los derbis de El Cairo, Belgrado, Soweto, Buenos Aires, Sarajevo o Teherán. Ni por esas hay comparación, no.