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El ángel exterminador
![]() Antonio Félix 19/02/2025 |
Entre los escasos peros que se le pueden poner a don Manuel Pellegrini en su formidable etapa en el Betis está no haber sacado más chicha de una cantera, por lo general, tan fecunda como la verdiblanca. Siempre fue el chileno un hombre de bien, pragmático, poco dado a las aventuras, cualidades que, probablemente, la edad no haya hecho sino acentuarle. Entre la fiabilidad de la experiencia y las diabluras de los niños, Pellegrini siempre lo tuvo claro. Que recuerde, sólo un chaval le entró por el ojo desde el principio, dándole muchas más oportunidades de lo que su guadianesco rendimiento probablemente merecía, Luiz Henrique. El resto tuvo que trabajarse los minutos con sudor y lágrimas. También, todo sea dicho, tiene otra cosa Pellegrini: cuando ganas su confianza, va contigo al fin del mundo. El chileno ha tardado en descubrir a Jesús Rodríguez, sí, pero ahora parece dispuesto a franquearle una autopista hacia las estrellas.
Alguno tan friqui como el que suscribe recordará a un jugador de la NBA en los 90 llamado Tom Chambers. Un rival lo describió así: "Lo ves a tu lado, rubito, con sus ojos azules y esa cara de no haber roto un plato, y cuando te das cuenta tienes su codo clavado en las costillas y el balón en la cesta". A Chambers le llamaban 'el ángel exterminador', y es exactamente lo que es Jesús Rodríguez. El chaval ya venía pegando fuerte, pero su partido con la Real fue de auténtico genio. Pocos están capacitados para ofrecer ese recital de poderío, clase y destrucción. Desde la irrupción de Joaquín, no se había visto una cosa así con la zamarra bética. Posiblemente, incluso con más elegancia, más disciplina y más gol. Jesús Rodríguez es poesía acabada con una bala entre las cejas.
Jesús es tan bueno que puede jugar junto a un señor incapacitado físicamente ya para la élite, como Ricardo Rodríguez, y que el equipo no lo note. Porque toda la banda es suya. Y en ocasiones de esplendor, todo el campo. Jesús es tan bueno que simplifica la estrategia más compleja, que devuelve el sesudo fútbol al sentido bautismal del juego. Con él la cosa es tan fácil como lo era en el patio del colegio: busquen al rubio, dénsela al bueno.
Jesús es tan bueno, y tan joven, que resultaría perfecto edificar sobre él, completar con esmero su educación, convertirlo en el jugador franquicia y explotar durante años y años su fulgor. Pero todos sabemos que, aquí, eso no pasará. Sin mucho disimulo, el club se frota las manos ante el pelotazo que tanto ansiaba, el paradigma de que su plan, girar hacia la cantera para sacar a muchos Jesús, es el correcto. Un plan con el que no congenia Pellegrini, sabedor de que no es tan sencillo, de que éste es uno entre un millón, de que el riesgo no compensa comparando con el valor que otorga la experiencia. Veremos quién lleva la razón. Mientras tanto, adoren a Jesús, paladeen cada instante de este demonio con cara de ángel, disfrútenlo con la devoción y la avaricia de saber que no durará mucho.