Dios es redondo: orar y entrenar
Javier González-Cotta 27/01/2025 |
Llega ahora al Sevilla FC Akor Adams, el futbolista de Dios o eso parece. Hemos leído que el nigeriano halla su motivación en el cálido fuego interior. Lo primero, la gracia de Dios. Y, a partir de ahí, rezar y fútbol, mística y entrenamiento. Recién fichado, confiesa el nigeriano su cristianismo por la vía católica, forjada en una familia muy religiosa, en un país, Nigeria, demediado en dos y con una superpoblación que es cristiana y musulmana a partes iguales.
En su día nos enteramos de que Javier Santos, el capellán del Real Betis, combina su fe católica en el Dios trino con la fe en verde, aunque el amor al prójimo lo mete en la nevera de cuando en cuando (confiesa que siempre quiere que pierda el Sevilla). Algo parecido debía ocurrirle al añorado Manuel Ruiz de Lopera, quien solía lucir su pin del Gran Poder en la solapa, de lo que podía colegirse que él también portaba la cruz del beticismo.
Fútbol y religión están unidos antes y después de que Juan Villoro afirmara eso de que “Dios es redondo” y de que el clásico Eduardo Galeano, tan citado como poco leído, dijera aquello de que “el fútbol es la única religión que no tiene ateos”. ¿Quién no ha visto a un futbolista que se persigna al cristiano modo al saltar al campo? ¿Quién no ha admirado nunca al jugador mahometano que extiende sus manos mientras reza al Todopoderoso antes del pitido inicial? El hincha atento sabrá que el cristiano ortodoxo, al modo ruso o serbio o griego, se persigna con los dedos en modo piña, pero en orden inverso a como lo hacen los compañeros católicos. Cuando llega el Ramadán, en la previa de los partidos los medios deportivos informan ya hoy por hoy de los jugadores musulmanes que practican el ayuno igual que si se señalara que andan tocados por tal o cual problema con los famosos isquios.
Hay muchísimos ejemplos que ilustran lo que da de sí la religión en el fútbol, más allá de que en sí mismo el fútbol sea la referida religión libre de ateos. Hemos contado ya varias veces el catolicismo fervoroso que imbuye al entrenador de Croacia, Zlatko Dalic, quien lleva siempre un rosario en los bolsillos mientras la selección croata disputa sus partidos. Croacia es hoy la gran selección católica del mundo.
Desde hace años hemos estado viendo en Mundiales y en la Copa América el influjo del evangelismo en los jugadores brasileños. Uno puede rastrear esas fotos que los muestran como en trance, en una pose escénica donde no se sabe dónde alcanza el tremendismo, la superchería y la fe en lo hondo. Célebre fue aquella fotografía que mostraba a Kaká enseñando el lema en su camiseta debajo de la camisola del Milán en la histórica final de la Champions de 2005 que los italianos perdieron estrafalariamente frente al Liverpool, cuando ganaban por 3-0: “I Belong to Jesus” (“Pertenezco a Jesús”). Dijo Kaká más de una vez que de no haber sido futbolista habría ejercido como pastor evangélico. Otro brasileño, habitual en desmayos religiosos, es David Luiz, el defensa de caracolada melena rubiácea, a quien a menudo vimos de rodillas en el césped, mirando hacia arriba, donde el Hacedor más allá del Pan de Azúcar, y con los brazos y las manos implorantes y verticales.
Recuerda uno el caso singular de Ribéry, el gran jugador francés, quien adoptó la fe islámica en 2006 tras casarse con su esposa musulmana. Lo hemos visto varias veces con la camiseta azul cielo de Francia, mientras rezaba implorante como el más fiel de entre los fieles entre la gran Comunidad de Creyentes. Jugar y rezar. Orar y entrenar. Goles para el cuerpo y silencio y éxtasis para el espíritu. En todo sentido, es verdad que el fútbol es una religión, más allá de ser una frase para el mármol.