¿Dimisión? No se lo pongan tan fácil
Antonio Félix 22/01/2025 |
Es comprensible la ira que mostró la afición del Betis en el último partido, por más que para los actuales dirigentes resultara impensable. Al fin y al cabo, nadie dijo ni mu mientras se fueron apropiando del club, en un proceso largo, lento pero infatigable, que resultó de lo más cordial pese a que los engaños se fueran revelando tan escandalosos. ¿Qué había de aquello de la meritocracia, de no enchufar a amigotes y familiares, de que el dinero iba a estar en el campo? ¿Qué del Betis siempre de los béticos? Pues a todo eso ustedes dijeron bien: sigan, sigan.
Pero todo tiene un límite, claro. Que suele dictar la pelotita. Que ha dejado de entrar, miren por donde, coincidiendo con la ‘adquisición’ del club por parte de los señores Haro y Catalán. ¿Casualidad? Debiera ser, por supuesto. Pero la gente ha comenzado a hacerse preguntas. ¿Por qué se gastaba tanto antes en jugadores y ahora es perentorio el ahorro? ¿Por qué en los años de éxito se firmaba a directores deportivos de enjundia y ahora se elige a muchachos de la casa manejables? ¿Realmente era tan necesario meterse en el obrón del campo, cuando al parecer escasea tanto la leña? Y, de repente, ha emergido la sospecha, rotunda y tozuda, de que alguien busque dejar la casa bonica y sin deudas para facilitar el pelotazo de su venta.
Ése, por descontado, es un escenario a contemplar. Y no se puede decir que, dado el estado de las cosas, constituya una aberración por parte de los señores Haro y Catalán, sino un derecho absolutamente lícito adquirido una vez consiguieron hacerse con la propiedad, de facto, del club. Da igual acordarse ahora de las formas con que lo lograron, empleando en buena medida recursos del Betis para su propio provecho (¿cuántos recibisteis las llamaditas del club para vender vuestras acciones a los presidentes ante la amenaza de la temible, implacable oposición?) Ya da igual. La proverbial y terrible mansedumbre del pueblo bético ha generado un engendro con el que, ya os avisamos, ni siquiera Lopera se atrevió. Por eso ahora, que es tan comprensible vuestra ira, no se lo tendríais que poner tan fácil. Lo único que faltaba es invitarles a irse.
Convendría, antes, dejarles trabajar para que, ya sin ninguna cortapisa ni mayor enemigo, culminaran ese fantástico plan, del que apenas llevan cursados nueve años, y que habría de derivar indefectiblemente en el mejor Betis que han visto los tiempos. Un proyecto que, en lo deportivo, podríamos resumir única y exclusivamente así: don Manuel Pellegrini. Un proyecto tan sólido que, por decir, en una semana ha pasado de proclamar que no hacía falta nadie a trabajar contra el reloj para traer, al menos, tres jugadores, aceptando cualquier pulpo como animal de compañía: dos millones por media temporada y una penalización si no juega mucho por Antony, de quien dicen que tiene la mecha aún más corta que el Chimy…
Cualquier cosa, en definitiva, para salvar los muebles, ganar tiempo y afinar las condiciones para el único y verdadero plan que hay, y que posiblemente siempre hubo: que unos pocos, dos y unos cuantos arrimados de toda condición, vayan a ganar una montaña de dinero con ese Betis, antiguamente, llamado de los béticos.