Un día para la historia
Antonio Félix 11/12/2024 |
Quién nos iba a decir que el duelo con el Petroclub iba a quedar marcado en los anales de la historia del Betis. Que ese insignificante partido en las remotas, sugerentes y heladas estepas moldavas, de la áspera y campechana Conference League, sería recordado como el primero en el que, oficialmente, arrancó la andadura del nuevo Betis de los dos béticos.
Es genial escuchar estos días a los bardos verdes y blancos dar la buena nueva a toda la hinchada: el Betis ha dejado de ser vuestro, pero sed felices. En qué mejores manos podía, al fin, caer. Acordaos de Lopera, acordaos de Oliver. Y mirad ahora a vuestro amado club: un reino de paz, con pantallas planas en las oficinas y un campo en perspectiva con jardín vertical. No caben tiempos más hermosos. Ya lo proclamaron el lunes los flamantes dueños: incluso en el compás del Olímpico cabréis más para disfrutar mejor.
Por deformación profesional, nada pone más en alarma que la mentira. Pero, como queda dicho, eso no deja de ser una deformación tan sabiamente evitada en esta sociedad nuestra. Probablemente la mayor de las mentiras (sólo hasta ahora: recuerden eso de dejarles el club a sus hijos) que han pergeñado los señores Haro y Catalán ha sido la de proteger el Betis de los béticos, algo que, al parecer, a decir de sus bardos de rancio abolengo, ha dejado de ser moderno. Mirad, si no, a los cuatro clubes que quedan con el accionariado repartido, cómo se tiran piedras unos a otros. ¿Acaso es que alguien querría ser el Sevilla?
Lo bonito es tener un dueño, ya sea de aquí o de allá, que de paso vamos modificando los estatutos para facilitar el paso al capital extranjero. Coloquemos bien las alfombras para el enjuague, y bailen todos los béticos de alegría sobre ellas. No caben mejores dueños, ni mejor fortuna para sus amigos y ellos. Cuando se quieran ir, o cuando ustedes les quieran echar (tiempo al tiempo), les lloverá oro. Para mí que la única verdad en esto la dijo la gran Mariló Montero, cuando confesó la razón por la que su hijo, novel bróker, le impulsó a comprar más y más acciones del Betis: porque no había mejor negocio.