De Pep a Plof Guardiola
Javier González-Cotta 02/12/2024 |
Del ascenso y la caída, de la sombra y la luz, de la guerra y la paz ya habló Stefan Zweig en una de las citas más memorables que uno recuerda en ‘El mundo de ayer’. “Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad”.
Uno se pone un punto campanudo cuando ve el lado viscoso y amargo que ahora atraviesa Pep Guardiola. Dícese de ese ser democráticamente admirado y aborrecido a partes iguales. Quien era un hijo de la luz, la claridad, la paz (mental al menos) y el ascenso a salvo de toda sombra, guerra, caída y tiniebla, es ahora el técnico que arrastra el peso muerto de sí mismo: siete partidos seguidos sin ganar con el Manchester City. O sea, seis derrotas en la Premier y en Europa, más un deshonroso empate en Champions contra el Feyenoord, obrado en su contra cuando el City ganaba en el Etihad Stadium por tres goles y acabó empatando con un roto de otros tres tantos sufridos en un ratillo.
Volviendo a la cita, el laureado técnico podría decir que él, al menos, es alguien que sí que ha vivido de verdad, lo que se deduce de su gesto ante el choteo de la grada de Anfield, que le vaticinaba un pronto despido (perdió contra el festivo Liverpool de Arne Slot y el técnico mostró un seis con las manos en atención a los seis títulos de la Premier que atesora). El City es ahora quinto en la tabla, precisamente a once puntos del equipo ‘reed’ cuyos aficionados se han mofado de él. Cuentas pendientes.
Una de las imágenes del año es sin duda la que mostró los arañazos y laceraciones en su calva, más la nariz marcada por una rojísima incisión. Dijo que se hizo esos arañazos, tan cristíferos, por culpa de una uña, mientras contemplaba, abatido, cómo el Feyenoord conseguía el humillante empate. Cada vez que la cámara lo enfoca en el banquillo, junto a su asesor y confidente Juanma Lillo, uno se pregunta si su edecán podría ser una especie de bulo viviente, que nos tiene engañados a todos, que está ahí pero a la vez no existe, pues no puede ser verdad que haya llegado hasta donde está, cuando su empalagoso discurso y su filosofía táctica provocaba risas y mofas entre aficionados y periodistas. Muchos también lo defienden y creen en su mesianismo en la sombra.
Hay quien ve en cada arañazo sobre el cráneo de Pep un castigo a su vanagloria, un zurriagazo a su altiva divinidad. Y hay también quien ahora se alegra tardíamente de la justicia de Dios que le llega a un equipo erigido durante largos años a golpe de talonario, donde ahora, sin Rodri y con Haaland en punto muerto, muestra su nadería como equipo inconexo, deambulante y sin alma. Por eso saltan ahora los carroñeros (la venganza no es un plato frío si no un congelado en la bolsa azul del Mercadona). Y por eso se escucha hoy decir que el guardiolismo, que para algunos tanto mal ha hecho al fútbol moderno, está tocando a su fin. Incluso hay quien incluye a Guardiola y a Fernando Redondo como dos de las más grandes estafas ocurridas en la historia reciente del fútbol.
El City inabordable de Guardiola visitó Nervión varias veces en las últimas y tristes comparecencias del Sevilla FC en la Champions. Todo el que vio jugar a los ‘citizens’ sobre la hierba contemplaron un maravilloso adagio de compostura técnica, despliegue táctico y aticismo en lo físico, donde Haaland casi parecía un fiordo grandullón y molesto en tan fastuosa armonía. Cierto es que en la última Supercopa de 2023, el Sevilla estuvo a la altura y digno y sólo perdió ante el City en los penaltis (aquellos dos fallos clamorosos de En-Nesyri, que recordaron a la otra Supercopa perdida por idéntico fallo del marroquí ante Neuer en la otra final de la pandemia contra el Bayern de Munich).
Habrá que ver si Pep acaba engendrando a su propio Plof Guardiola. Hace nada, cuando ya atravesada el lado viscoso de las derrotas, renovó con el City hasta 2027. El tiempo, ay, siempre resulta ser el más mortal arañazo. Pero esto es otra variante al margen del lacerado cráneo de Guardiola. No nos volvamos más campanudos de lo que hemos comenzado hoy.