Acelerones
Antonio Félix 30/10/2024 |
Después de disfrutar con la tremenda exhibición frente al Atlético de Madrid, todo bético viviente se hacía la siguiente pregunta: ¿Y por qué no siempre así? Es una cuestión recurrente con una sencilla respuesta: porque no se puede. Desde luego no puede el Betis, pero es que realmente no puede nadie.
En la edad moderna, la evolución más notoria que ha tenido el fútbol ha estado vinculada a la exigencia física, que ha alcanzado un punto radical. Nada ha condicionado más el juego en las últimas décadas. Nada, en cierto sentido, lo ha democratizado más. Hace unos años, un equipo inferior no tenía más remedio que arrugarse en su área ante el grande y aguantar como fuera las embestidas que quisiera el señor. Hoy, no es nada raro llevarle la presión hasta su portería y obligarle a vaciarse si quiere salir triunfante. Y todo eso está muy bien. Pero, claro, no hay bicho que lo aguante.
Nunca como este año había resultado tan escandalosa la fatiga del sistema, exagerada con una sobrecarga brutal de partidos por un conjunto de actores (FIFA, Uefa, Ligas) que desean exprimir a la gallinita. El resultado más visible ha sido una catarata de lesiones gordas de los futbolistas como jamás se había visto, Balón de Oro incluido. La conclusión es que resulta imposible seguir este ritmo. Manuel Pellegrini, desde luego, lo tiene claro.
Por eso el Betis circula así por la temporada, acelerando y frenando según convenga, con brusquedad, provocando algo de estupefacción en su hinchada, pero probablemente de acuerdo a un plan milimétrico de su entrenador. De ahí que los dramas originados por ese vaivén le resbalen a don Manuel. El último se fraguó tras el pasado disparate en la Conference, con el Betis jugando a dos por hora antes de ponerse como un cohete frente al Atleti. “Ya me interesará Europa en las eliminatorias”, dijo el sabio chileno. Pues claro.
La prioridad, evidentemente, es la Liga, donde ni siquiera un equipo del nivel y profundidad del Atlético es capaz de mantener, a estas alturas, la tensión tras un trasiego en la Champions. Pero, ¿y qué pasa con la Copa? Ahí entramos en terrenos movedizos, de gestión más compleja, en los que la futilidad del rival en estas primeras rondas contrasta, siempre, con la nula posibilidad de corrección. A Pellegrini le toca medir, otra vez, con una precisión clínica, pues con el Gévora ni puede permitirse una chicharra tipo Copenhage ni debe provocarse un sobreesfuerzo a las puertas de San Mamés. Si el dinero estuviera de verdad en el campo, el genio chileno tendría una mayor margen de maniobra. Pero esa, ya, es otra historia.