El ultra muerto (y el Legia en camino)
Javier González-Cotta 09/09/2024 |
El fútbol ultra en Europa suele abonar su huerto de crisantemos con el muerto de ocasión. Hace unos días supimos de la mortal trifulca entre dos ultras del Inter de Milán, miembros ambos de la Grada Norte, conocida escuela de caballeros. Antonio Belloco (caballero 1) fue asesinado por Andrea Beretta (caballero 2) en el interior de un coche. Al parecer, tras dispararle Belloco en una pierna, Beretta reaccionó asestándole varias cuchilladas en el cuello a su agresor con un argumento irrebatible: "Me defendí porque si no me habría matado". Es lo que le dijo a su abogado. El crimen dentro del cubículo tuvo lugar en el aparcamiento de un gimnasio muy frecuentado por los ultras del Inter. Damos por hecho que allí fortalecen bíceps, pectorales y piernas en sentido inversamente proporcional a la musculación del cerebro.
Que Italia sigue siendo Italia, antes y después de Giorgia Meloni, lo demuestra el añadido morboso que sigue. Según parece, el muerto Belloco tenía conexiones con la Ndrangheta, la oscurísima mafia calabresa, por lo común opacada mediáticamente por la Camorra napolitana y la Cosa Nostra siciliana. Hemos sabido también que hace un par de años el ‘Corriere Della Sera’ vinculó a la Ndrangheta con los cobros del aparcamiento en el estadio San Siro y con posibles extorsiones a directivos del Inter.
Irónicamente, el muerto ultra de Milán nos recuerda que el mundo ultra nunca está muerto. Son habituales las correrías entre los grupos radicales más temibles y seguidos por las distintas policías (los Delije del Estrella Roja, los Fenerbahçe Ultras, la Gate 7 de Olympiakos, los Ultras Lazio, los Bad Blue Boys del Dinamo de Zagreb, el Comando 84 del Olympique de Marsella o los Ultras Frankfurt del Eintracht). Podrían incluirse muchos otros, entre ellos la nueva hornada de holandeses apaleadores de riguroso atuendo negro –norma gregaria habitual– del Feyenoord y del PSV Eindhoven (estos últimos conocidos en Sevilla por recientes tarjetas de visita).
Con ser todas ellas criaturas no aptas para pedir amistad por redes sociales, lo cierto es que desde hace años la virulencia salvaje halla su epicentro en países del este. Los rusos ultras, como los del Zenit de San Petersburgo (la Landskrona) y los del Spartak de Moscú (la temible Fratria de militar jerarquía), pusieron de moda los entrenamientos a mamporros y patadas en parques y enclaves apartados como previa al ingreso en la cofradía ultra respectiva.
El veto continental a los equipos rusos por la UEFA, propiciado por la guerra de Ucrania, ha redirigido el foco principal en uno de los grupos más asalvajados y activos del momento en Europa. Los chicos, todos ellos bellísimas personas, responden al nombre de los Teddy Boys 95, los ultras del Legia de Varsovia. Sí, es el equipo con el que tendrá que enfrentarse el Real Betis en visita otoñal a la capital polaca. Si así puede decirse, la buena noticia es que el Legia es –en teoría– netamente inferior en lo deportivo al equipo verdiblanco. Pero la mala noticia es la ya sugerida.
Hacer turismo bufandero por Varsovia y rendir visita al Legia en su estadio del Ejército Polaco –así se llama su feudo– podría no ser el plan soñado (salvo que los ultras béticos de Supporters Gol Sur y United Family decidan organizar su propia excursión). Hace unas semanas, al inicio de la liga polaca, los Teddy Boys 95 desplegaron un inmenso tifo racista contra la inmigración. Aparecían dos hombres, uno con un martillo en la mano y otro con un bate, y una mujer con una cabeza de cerdo en las manos. Bajo el tifo aparecía una leyenda de bienvenida: “Welcome Refugees”. El tifo tenía una doble lectura. Una la vinculaba a los enfrentamientos producidos con inmigrantes en la frontera con Bielorrusia (en uno de ellos murió un soldado polaco). Otra refiere la connotación antimusulmana en la muy católica y nacionalista Polonia: la mujer luce un colgante con una cruz y el cerdo es carne prohibida para el mahometano de estricto cumplimiento.
Creánme, no es por aguar planes de viaje para lo venidero en Polonia. Por lo demás, siempre nos quedará la clerical Cracovia o la más desconocida Breslavia (sede, miren por donde, de la final de la Conference esta temporada). Auschwizt-Birkenau se deja al antojo de cada cual.