In memoriam
Antonio Félix 29/05/2024 |
Desde muy antiguo ha habido hombres con una certeza, considerar al resto de hombres como idiotas, y una intención, sacar el máximo provecho de ello. Hoy día, tal idea no sólo permanece, sino que ha evolucionado hasta extremos grotescos. En cierta manera, se ha asumido con naturalidad que alguien gane, o pretenda ganar, montañas de poder o dinero simplemente apelando a la monstruosa imbecilidad de la gente. Piensen, por ejemplo, en la estructura mental que sustenta la creación de una película como ‘Godzilla y Kong. El nuevo imperio’. O en la nota que los regentes del Betis han hecho llegar a los socios que, obviamente, están pasando tres pueblos de la ampliación de capital. O sea, señores, que esto es para quedarnos el club entre cuatro (más bien entre dos), pero que tampoco es plan de que nos salga tan caro, así que a ver si os rascáis el bolsillo, que al fin y al cabo qué son 365 euritos para aliviarnos un poco el negocio, so tiesos. De poquita vergüenza.
Estas cosas me soliviantan. Y eso que hoy venía con buenas noticias para los virreyes verdes y blancos. Como no hay mal que cien años dure, esta sencilla columna procede a desaparecer, al menos hasta agosto, en la que los magnates de este epopéyico portal parecen mantener la descabellada idea de recuperarla. Procederemos, pues, a la tórrida y deliciosa hibernación con la sospecha de que el Betis que nos encontraremos a la vuelta será muy distinto al que dejamos atrás. Un equipo con mucho meneo, con la hercúlea tarea de sustituir a algunos de los jugadores más increíbles que tanto le han elevado en este ciclo (tras Canales, Fekir y Guido Rodríguez; en menor nivel, Claudio Bravo o William Carvalho). Y, sobre todo, un club despojado de su histórica condición de Betis de los béticos, algo que era mucho más que una etiqueta sentimental, un candado para tiburones que ahora queda completamente abierto.
Créanme: ojalá me equivoque. Pero se hace difícil confiar en la palabra de personas que consideran a los demás idiotas. Por fortuna, también hay otras, en su lado opuesto, gente que te reconcilia con el mundo como lo hace el soldado en el poema de Machado. Personas de una bondad inconmensurable, de una elegancia recia, de una ternura infinita.
Uno, cuando se metió en esto del periodismo deportivo hace ya una barbaridad de años, se equivocaba. Pensaba en las cosas que te podía dar el oficio: la honda satisfacción de cambiar un poquito el mundo, el punto vanidoso de la celebridad, el goce de alguna narración homérica, los viajes, algo de dinero… Al final del camino, sin embargo, por encima, muy por encima de todo eso, queda la posibilidad de conocer a gente extraordinaria. No mucha, tampoco vayan a creer, cuatro, cinco personas tal vez. Miguel Espina fue una de ellas. Su pérdida es un dolor terrible para el viejo y grande corazón del Betis. Muchos aficionados, particularmente los más jóvenes, ni siquiera lo conocerán. Pero han de saber que Miguel fue uno de los mejores embajadores que jamás haya tenido su club. Piensen en todo lo bueno que esencia al Betis: la cordialidad, categoría, el abrazo sincero, la elegancia, la alegría y una mano siempre tendida. Todo eso fue Miguel, por seguir con Machado, un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno. Descanse en paz, amigo mío.