El derbi del desencanto
La tregua
Lucas Haurie 13/11/2023 |
Pocas veces sucede que un derbi depare comentarios tan unánimes y sensaciones tan parecidas en ambas orillas. Las discusiones post-partido entre béticos y sevillistas, esa tostada de los lunes con aceite y guasa más viva en el imaginario nostálgico que en la realidad, se quedaron en casi nada por un 1-1 de puro desencanto: por el pésimo equipo que sufren los locales y por lo pésimamente que encaran los derbis los visitantes. Ni siquiera aportó unos granitos de pimienta Gil Manzano, ya que ni él ni sus asistentes de vídeo tuvieron un ápice de duda en el fuera de juego que anuló el gol de Bellerín y en el empujoncito en el área del que se quejó Sow tan fríamente como juega al fútbol: como si hubiera nacido en Zúrich.
Empataron los vecinos porque el uno no podía ganar y el otro no supo cómo hacerlo, así que ambos se encomendaron a que un guiño del destino les diera el triunfo… mientras firmaban el empate con la convicción del mariscal Foch en Le Francport, donde firmó un 11 de noviembre (el derbi se jugó el 12) el Armisticio de Compiègne. Nadie puede quedar contento con este “sur place” clasificatorio, de acuerdo, pero nadie esconce su satisfacción por haber evitado la derrota que los sevillistas merecían por malos y que los béticos temían por un complejo aplastante. He aquí el fútbol sevillano de regreso a sus viejas pequeñeces, esperemos que sólo por una jornada.
A Diego Alonso se le acaba el tiempo. Habilidoso con las palabras, saltó nada más acabar el derbi con una petición de “dos semanas para trabajar”, árnica por si las moscas y por si a sus jefes le daba el ataque de furia destituidora de cada parón. No ha mostrado aún nada el uruguayo, o sí: una incapacidad sangrante para manejar una plantilla profesional. Manuel Pellegrini, por su parte, insistió en el giro conservador que se le percibe en este principio de temporada, en el canta las bondades de los empates mientras se le escapa irremisiblemente el tren del cuarto puesto. Tenía al Sevilla medio muerto y no pudo rematarlo. ¿O no quiso por exceso de prudencia?
“Sois una banda”, dicen los verdes. “No nos ganáis nunca”, responden los rojos. Mala cosa cuando hay que buscar el consuelo en los males del otro.
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