En defensa de los mercenarios
Esplendor en la Hierba
Javier González-Cotta 24/06/2023 |
Salvo los casos del milanista Paolo Maldini, el romano Totti, el galés Ryan Giggs y algún otro romántico estrafalario, hasta el más nostálgico acepta hoy por hoy que los futbolistas –y tradicionalmente los brasileños– son unos mercenarios. Pues ahora que lo pienso, deberíamos repensar si estamos siendo duros y severos con ellos, cual reverendo protestante danés en una película del cine Dogma 95. Casi todos hemos dicho alguna vez que Fulano o Zutano era un mercenario, pero lo decíamos en sentido figurado, ya que para mercenarios puros, crudos y duros están los chicos de la Compañía Wagner. Dícese de esta simpática tropilla al mando de Yevgheni Prighozin, cuyo aspecto, sin duda, remite al prototipo del hombre bueno en el sentido machadiano... Además (y disculpen que me alargue), ¿no tiene nombre el tal Prighozin de jugador soviético de la vieja CCCP, de esos que jugaban con fría disciplina y sin rechistarle a los árbitros?
Pero sigamos. En el 'Diccionario del Español Actual' de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos con el que me manejo, se dice que ‘mercenario-ria’ es la persona, por lo común un soldado, "que actúa o trabaja sólo por dinero". Si esto es así, uno no entiende por qué el adjetivo mercenario tiene ese timbre peyorativo, especialmente aplicado a los futbolistas. Desde que Adán y Eva mordieron la manzana, la condena por todos conocida fue como la de una oferta en plan 2x1 del Carrefour Express: fuimos expulsados del Paraíso y fuimos condenados al castigo divino (entiéndase el trabajo, el 'laburo' argentino, el 'lavoro' en la lengua del Dante). Todo esto viene a cuento de que, a tenor del mercado de fichajes que ya se agita, hay quien ya aplica el término mercenario con códigos insultantes. O sea, que hay quien llama así al jugador al que ama, el mismo que nos traiciona cuando el amado decide ir a otro equipo en razón de una de las más viejas transacciones del mundo: cambiar de trabajo por dinero. ¿Qué hay de malo en esta operación de estricta ética práctica?
Propongo poner el cuadro boca abajo, verlo de otra forma. Dejemos ya el tópico asociado al mercenario del fútbol sin sentimientos ni miramientos, el que nos abandona por el cochino dinero. Qué importa ya que sea el mismo que hasta hace nada besaba con ardor el escudo de nuestra camiseta al marcar un gol, el mismo también que besó la amada heráldica el día en el que fue presentado como nuevo fichaje, el mismo al que nuestro hijo o hija le pidió la camiseta en el campo mostrando una cartulina como del tiempo de la cueva de la EGB y hecha en casa con paciencia y amor. Además, si ahora en verano estamos usando cada dos por tres la expresión 'mercado de fichajes', lo normal es que el propio mercado responda a las más elementales reglas del comercio de manufacturas (el talento de un futbolista es el producto que se comercializa, no la persona).
Digo todo esto también porque, respecto a la salida de Monchi del Sevilla FC, hay quien en las redes sociales (esa asamblea ateniense) lo ha llamado mercenario. Le han dicho que se va por dinero a la aburrida Birmingham, donde los villanos del Aston Villa (traducido entre nosotros como el Aston Pilas de toda la vida). Desde que hemos tenido que aceptar los usos del llamado fútbol moderno, hasta los directores deportivos han cobrado un aura destellante y, por supuesto, han entrado también en el mercado de los aborrecidos mercenarios. Ora me desvivo en las oficinas del club al que amo, y mañana por la tarde estoy desviviéndome el doble en el diáfano despacho del Inter de Miami, ese club al que amé en secreto toda mi vida...
Esto es lo que hay y a esto hay que atenerse. Quien no lo entienda es que tiene un serio déficit de realismo. Aunque en el fondo me contraríe y me duela en lo profundo, nunca llamaré mercenario al jugador, al entrenador, al director deportivo que deja nuestro equipo por un salario mejor. Pensaré en la felicidad añadida de sus esposas, en el bien que hacen al porvenir de sus hijos. ¿No es otra forma de verlo? No sé, supongo que el calor me hace ir a lo práctico, como un 'neocon' que también sale del armario (aprovechando los días del Orgullo). Por eso vayamos al lío, como todos los veranos. Vayamos a conocer el minuto y resultado del mercado de mercenarios. Perdón, quería decir del mercado de trabajadores asalariados del fútbol.
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