El día más intenso

Esplendor en la Hierba

Javier González-Cotta 21/04/2023

La prensa deportiva, igual que el hincha sobrealimentado, suele quejarse del gran parón anímico y falto de noticias que provoca la llegada del gran enemigo: el estreno del verano. Ocurre, sobre todo, cuando la Liga acaba normalmente a inicios de junio y las finales europeas quedan ya pavorosamente atrás en la retina. Junio suele ser el mes del tedio. Ni siquiera la primera rumorología sobre fichajes calma la ansiedad, pues es pronto para hablar de ello. Se llega con tristeza y apatía al 30 de junio, que es fecha de fin de trayecto en los clubes, cuando a menudo se acaban los contratos de ciertos jugadores y cuando los presidentes y directores deportivos hacen repaso oficial de la temporada. Resulta tedioso también. Entre otras cosas porque las aficiones ya han hecho su balance mucho antes, desde que el pitido del árbitro puso fin al último partido de sus equipos respectivos.

Viene a cuento este soso y desconcertante párrafo anterior porque, cuando llegue junio y la noche de San Juan, se echarán de menos días tan noticiosos e intensos como el del jueves 20 de abril, festividad, por otra parte, de San Aniceto de Antioquía o, si lo prefieren, el Día Mundial de la Lengua China y, también, el Día Mundial de la Marihuana (de especial predicamento, curiosamente, en la patria de Andrés Guardado).

Al mediodía del jueves, Joaquín Sánchez anunciaba su retirada oficial como jugador de fútbol. Lo hacía en modo pucheros fin de temporada, cuando los jugadores más queridos dicen adiós a sus aficiones porque fichan por otro equipo o porque acaban sus contratos y no son renovados. La puesta en escena del trajeado Joaquín era previsible. Se marcha un estupendo jugador, el último icono del beticismo. Pero se marcha también, lo quiera uno o no, sea bético o no, un trozo de nuestras vidas. Hay jugadores, no importa si admirados o no, si queridos o no tanto, que nos acompañan largos años en el tiempo. Y Joaquín es sin duda alguna uno de ellos. Le quedará aún por celebrar su despedida oficial del fútbol activo, en un partido de homenaje que apunta, precisamente, para algún que otro día del triste junio, toda vez que haya acabado la Liga con fecha trágica para el hincha de 4 de junio.  Ya nos dirá el homenajeado si en el futuro trabajará para el Real Betis o si, como ha insinuado ya, desea trabajar en la televisión en programas de entretenimiento.

Hay quien dice que Joaquín podría haber elegido otro día para anunciar su adiós del campo, que el formato escénico ha sido tal vez inoportuno, cuando la temporada aún se dirime y los objetivos de su equipo se hallan al alcance (la Champions, ni más ni menos). Incluso hay quien ve que la fecha ha tenido una fallida premeditación y un pésimo resultado, aunque lo refute algún que otro gurú de la comunicación con mucho anglicismo técnico en el nombre de su cargo. Al caer la noche, allá donde el equipo no precisamente amigo de Joaquín, Nervión hervía en combustión con la gesta conseguida ante el Manchester United. Asombroso. Irreal. Se recordaba, entre el chiste y la verdad casi científica, que es cierto que las grandes alegrías del sevillismo forman parte de las Fiestas de Primavera de Sevilla (para deleite de una parte y alergia y resignación de la otra).

Esoterismo, magia, trasunto de chamanes y druidas… Todo podría deberse una vez más al llamado espíritu de Puerta, donde el oráculo y el comienzo de todo. No se sabe qué relación guarda el Sevilla, oculta al entendimiento, con esta competición. Es el aire de vida que lo ha refundado en esta temporada soez, que tenía visos de tragedia y abismo a las catacumbas de la Segunda. Hubo suerte en esta eliminatoria, con goles de carambola y fallos garrafales de los ingleses, que son dignos de suspensión de empleo y sueldo (a De Gea, entre paradón y paradón, siempre le persigue cierto olorín a ridículo). Suerte aparte, lo que en verdad causó asombro fue la lección de físico y pundonor que impuso al Manchester el por algo llamado “Hexacampeón”. Es el mismo equipo del geriátrico que, hace menos de un mes, se arrastraba calamitosamente por los campos de España con gran dolor, vergüenza y miedo para los suyos.

Ahora espera la Juventus en semifinales. Ya habrá tiempo de hablar del equipo sospechoso de corrupción, ese club hijo de la FIAT y de la poderosa y trágica familia Agnelli. A diferencia del Betis, que persigue su gran objetivo Champions, al Sevilla casi le resulta ahora un estorbo volver a la Liga. El coqueteo con el abismo podría retroalimentarse peligrosamente, pero en principio parece que no se volverá a tragar saliva por pavor al descenso (dejemos el mal trance al pobre Valencia). Por eso va a ser larga la espera hasta semifinales, con el primer partido de ida en Turín el 11 de mayo y la vuelta, de nuevo, en el estadio del esoterismo: el Sánchez-Pizjuán. Entre medias, en lo que resta de abril y primeros de mayo, queda todo un maratón de partidos de liga, que se disputarán, apretadísimos, en fin de semana y en mitad de semana consecutivamente, sin descanso ni respiro. La final de la Copa del Rey forma parte también de la gran bulimia de fútbol que se aviene en pocos días.

Lo dicho. Los periodistas deportivos y los simples aficionados nos acordaremos del día más intenso del año (al menos por ahora). Fue el día de la despedida, el del adiós de una leyenda, pero que sin querer o no (hay debate) se vio lastrado por eso que existe: la magia del Sevilla en la Liga Europa.