Antonio Fernández: Un fenómeno fuera de época
Lucas Haurie 25/11/2024 |
Embelesado con los corredores que se preparaban en El Paseo de Abla, su localidad natal, Antonio Fernández se empeñó en emular a atletas incansables de los años 60. En el colegio Diocesano formó parte del elenco de un clásico de la época, Don Emilio Campra. El almeriense abandonó su tierra con 9 años. La Residencia Blume de la Real Federación Española de Atletismo le captó para que se formara con los mejores del país. Sorteó numerosos avatares para ser el primer español en lograr un récord de Europa. El niño humilde de provincias afronta el exilio como una oportunidad de oro, a las órdenes de José Manuel Ballesteros, que se convierte en un segundo padre. Apenas le da tiempo a Antonio Fernández a adaptarse a la gran ciudad y a los entrenamientos más formales, cuando una tuberculosis (considerada una enfermedad de pobres) enciende las alarmas y provoca que le aparten de toda actividad de grupo por prevención.
Entre tanta confusión por las decisiones que adopta el Gabinete Médico de Medicina Deportiva y la Federación, el andaluz acaba en el Sanatorio de Tablada para que se recupere. No hay vuelta atrás. Después acaba desahuciado, abandonado en la calle para que no contagiara a sus compañeros. Sobrevive gracias a la caridad de José María Casero López-Picurio, director de la Blume, que le daba a escondidas pases para comer y a su entrenador, que le ayudaba a pagar una pensión. Tampoco habría superado el calvario sin el apoyo del Colegio Tajamar y su amigo Paco Gil. Pese a las prohibiciones de los médicos, Antonio Fernández se entrenaba un poco para entrar en el Ministerio del Ejército como deportista. Lo consigue y empieza a recuperar terreno. Su gran arma siempre fueron los 150 metros finales, mágicos en palabras de otro amigo, Antonio Gómez Pellico, que vislumbraba que sería el primer campeón olímpico español en el kilómetro y medio. Sufrió un estreno rocambolesco en Múnich 72. Fue descalificado por salirse de la calle antes de lo permitido. No entendió que el Comité Olímpico Español (COE) no reclamara. Le tenían en mente para Montreal (1976) o Moscú (1980) en 1.500 metros. Hasta desoyó una beca para irse a Estados Unidos en 1975.
Su momento de gloria, después de tantas penurias, lo vivió el 30 de enero de 1971. Había salido de hacer el examen de árabe en la Facultad de Filosofía a primera hora de la tarde. El resto del día estaría en el Palacio de Deportes. Cogió rápido el metro en Moncloa hasta Goya. Disfrutaba del evento en la grada, a la espera de participar en una prueba local de 800 metros, cuando se entera que su entrenador Ballesteros le buscaba con urgencia. Un atleta faltaba en la serie A de los 500 metros lisos. La organización se pliega a los ruegos del tutor del almeriense, que se escapó en la salida y acabó campeón de Europa con récord. Fue la redención del almeriense, a quien le volvieron a abrir las puertas de la Blume para eliminar su sensación de abandono. Se retira en 1975 con 4 campeonatos de España, dos bronces, 23 participaciones absolutas con la selección nacional y cinco récords de España. Se hace entrenador, labor que compaginaría como profesor en los Escolapios de Alcalá de Henares, funda el exitoso club Ajalkalá, organiza carreras populares y, tras jubilarse, inició su labor de escritor y poeta.