Vísperas
José María Pinilla 06/12/2024 |
No exagera quien afirma que los días previos a una fecha esperada se disfrutan casi tanto –o incluso más– que el propio acontecimiento al que anteceden, entre otras cosas porque el evento en sí a veces puede no salir como se desea. Trasladen esta lógica al ámbito que quieran, desde una boda a un viaje o a un reencuentro con alguien añorado. Llevada la aseveración al microcosmos de las cofradías, la llegada del día marcado en el almanaque para la procesión soñada conlleva toda una liturgia de estímulos que nos van anunciando la gloria, aparente contrasentido en el caso de las celebraciones penitenciales, aunque es innegable que en nuestra forma de vivirlo es eso y no otra cosa.
Si hablamos de la Semana Santa, es difícil precisar el día en que arranca la cuenta atrás. Quienes sumamos dioptrías y dificultad para tapar incómodas claridades craneanas –o la tira de años dicho de una manera más prosaica–, recordamos que el Miércoles de Ceniza suponía el inicio de los contenidos relacionados con las cofradías en la prensa impresa y radiofónica, mientras que ahora parecemos vivir en una interminable Cuaresma. No pretendo valorar que lo de antes fuera mejor que el panorama actual, pero es evidente que las fronteras temporales del calendario cofrade son hoy bastante difusas.
Centrándonos en los días que vivimos, el Adviento de 2024 viene indiscutiblemente determinado por el Congreso de Hermandades y Religiosidad Popular y, de una manera más acentuada, por la monumental Procesión de Clausura que lo culminará. La magnitud del evento, tanto en términos estrictamente religiosos como en otros menos espirituales –lo relativo al manejo de la gran masa de asistentes que se prevé– causa un obvio vértigo tanto a las autoridades como al ciudadano de a pie. Hay un recelo más que razonable a las puertas de algo desconocido en gran parte. Cierto es que hemos vivido en Sevilla acontecimientos multitudinarios, pero en este caso parece que todo se desborda.
A un nivel más personal de quienes hacemos El Cabildo, también nos enfrentamos a un reto novedoso. ya que a los videopodcasts con las hermandades de Setefilla, Consolación y Valme y los contenidos sobre la procesión y sus circunstancias –como el programa de mano, del que estamos muy orgullosos– se añade nuestra primera retransmisión en directo, que haremos el día 8. Entendemos perfectamente que imponga respeto lo que se nos viene encima.
Aun así, permítanme darles un consejo. Como se dice en términos balompédicos, echemos la pelota al suelo. No consientan que la cooperación que se nos pedirá a todos (medios del orden y la seguridad, responsables de las administraciones, rectores de las hermandades participantes y público en general) les prive de disfrutar unas jornadas históricas. Habrá gente en las calles, claro que sí. Y cortes de tráfico. Se deberán esgrimir la paciencia, la educación y el civismo –o el sentido común sin más si quieren– ante quienes carezcan de ello, que seguro que con alguno nos toparemos. Y los demás inconvenientes que quieran. De acuerdo en todo. ¿Y qué?
En la constitucional fecha en que se firma este artículo, 6 de diciembre por la mañana, más de 50 hermandades tienen a sus sagrados titulares en besamanos, besapiés o algún otro tipo de veneración. Y presiden sus pasos procesionales el Señor de Sevilla, las Esperanzas más universales, el Crucificado que expira en la calle Castilla, Aquélla por la que reinan los reyes y las ancestrales devociones marianas venidas de Lora del Río, Utrera y Dos Hermanas. Es un día grande de verdad –agoten los calificativos, que la ocasión lo merece: colosal, histórico, único…– para los sevillanos y sus hermandades. No cabe duda de que la ciudad que es la referencia mundial y el espejo de las manifestaciones de piedad popular estará a la altura. Y que ustedes lo vean... y lo cuenten a los que han preferido irse.