Una Coronación para el Amparo de Sevilla
María José Caldero 12/11/2024 |
Se anunció en la Función Principal del pasado domingo, la hermandad iniciaba los trámites para la Coronación de Nuestra Señora del Amparo, la inefable imagen mariana atribuida a Roque Balduque y que esa misma tarde volvía a derrochar exquisitez por las calles de la collación de la Magdalena.
Se cuenta que allá por el siglo XVI, en aquella Sevilla convertida ya en Puerto y Puerta de Indias, el Arzobispo de Sevilla don Fernando de Valdés fundó una piadosa institución bajo la advocación del "Amparo de María Santísima y San José" cuya finalidad era acoger a los muchos niños expósitos que quedaban en la ciudad, niños abandonados por sus padres, desamparados en la opulenta Sevilla indiana. La Virgen que daba patrocinio a esta institución ya era la bellísima imagen que, a todas luces, debió salir del taller del escultor flamenco Roque Balduque, en esta época ya establecido en Sevilla, a quien también le debemos la hechura de la otra gran Gloria que comparte tarde otoñal de procesión con la Virgen del Amparo, la portentosa Reina de Todos los Santos, patrona del barrio de la Feria. Ambas imágenes le hicieron acreedor del apelativo "imaginero de la Madre de Dios" que le otorgó el Profesor Hernández Diaz.
La Virgen del Amparo se encontraba en la antigua Parroquia de la Magdalena y en torno a Ella se forma una hermandad para darle culto, cuyas reglas fueron aprobadas en 1736. Tras la demolición de la parroquia por las nefastas e invasoras tropas napoleónicas, la imagen fue trasladada a la que fuera la capilla de la Hermandad de la Antigua , Siete Dolores y Compasión (actual capilla de la Hermandad de Montserrat) y de allí, ya en 1845, quedó entronizada en su actual capilla de la nave del Evangelio de la Real Parroquia de la Magdalena, proyectada por Leonardo de Figueroa. Tras la crisis generalizada del siglo XIX, llegando casi a la extinción a principios de siglo debido a las consecuencias de la terrible peste amarilla que asoló la ciudad, la llegada del siglo XX supuso una nueva etapa de esplendor. En las primeras décadas del siglo pasado se ejecutaron el camarín de la Virgen, con el impulso de don José Álvarez, párroco de la Magdalena, y el estreno del magnífico paso de salida sobre el que procesiona la imagen. Una obra hecha a medida de la majestuosidad de la Virgen: regio, firme, compacto, "con un cierto aire de grandeza faraónica", como lo definió Hernández Díaz.
La fama de milagrosa y la irresistible belleza magnética que emana del rostro de la Virgen del Amparo, favorecieron la extensión de su devoción más allá de nuestras fronteras.
Una devoción de siglos, un amor rendido a la sonrisa que esboza, a la dulzura maternal con que lleva la deliciosa imagen del Niño con pañal rojo, símbolo del sacrificio que ha de llegar, a los delicados dedos que sujetan el corazón alado, las alas que llevan el Amparo a todo aquel que suplica su socorro.
Una Coronación Canónica para la Reina del Amparo y un agradecimiento eterno a través de los siglos al imaginero de la Madre de Dios.