El apóstol Santiago en nuestras cofradías
 José María Pinilla 25/07/2024 |
Tal y como recogen las Sagradas Escrituras, Jesús ordenó a sus discípulos difundir sus enseñanzas a todos los pueblos. En palabras de Marcos, los mandó ir “a todo el mundo a predicar el evangelio a toda criatura”. Este carácter ecuménico de la Salvación facilitará la propagación del mensaje, y, de acuerdo a la tradición, cada uno de los Doce emprendió una ruta para cumplir la misión encargada. De este modo, San Pedro predicó por Samaria, Antioquía y llegaría hasta Roma, San Juan se dirigió a Éfeso y Asia Menor, San Mateo viajó a Arabia y Persia, etc. En el caso que nos ocupa, se ha mantenido que Santiago el Mayor cruzó el Mediterráneo hasta alcanzar Hispania, donde finalmente habría de ser enterrado tras su martirio en Jerusalén.
Sin entrar al detalle sobre las polémicas acerca de la autenticidad de los restos venerados en Compostela, es indudable el peso devocional que la presencia del Apóstol ha tenido desde épocas muy tempranas. Buena parte del proceso civilizador y europeizante vivido desde la más remota Edad Media –sugerimos no llamarla Alta, ya que es una mala traducción del alemán– se debe al incesante flujo de quienes recorrían grandes distancias para postrarse ante su tumba. Tras Roma y Tierra Santa (esta última descartada en muchos momentos por lo conflictivo del enclave) se convirtió en el lugar predilecto para los peregrinos. Durante el largo proceso de la Reconquista, es sabido que los cristianos se encomendaban al hijo de Zebedeo para doblegar a los musulmanes, motivo por el que surgió el hoy políticamente incorrecto apelativo de Matamoros.
Esta posición preeminente de Santiago en los reinos cristianos de la Península hará que, tras la entrada triunfal de San Fernando en Sevilla, se le dedique una de las 24 parroquias en las que la ciudad será dividida. Es interesante destacar que este honor recayó en menos de la mitad de los Apóstoles: San Pedro, San Andrés, San Juan y San Bartolomé junto al ya citado. No obstante, hay que destacar que la importancia de la devoción a Santiago no se debía en exclusiva a su españolidad, sino al hecho objetivo de ser considerado un seguidor preferente de Jesús. No olvidemos que fue uno de los primeros llamados a ser “pescador de hombres”, además de haber estado en momentos clave como la Transfiguración, el huerto de Getsemaní o las apariciones del Maestro tras su Resurrección.
Las hermandades que, con distintos fines, se irán fundando desde la Edad Media hasta nuestros días no serán ajenas a la importancia de Santiago en nuestra tierra. De este modo, es titular de la hermandad del Amor, que le da culto en una espléndida talla debida al taller de Pedro Roldán –o tal vez al propio maestro– que luce cada Domingo de Ramos en la trasera del misterio de los claveles rosas. Presente desde su fundación allá por el siglo XVI, esta corporación da al Apóstol un sitio destacado, cuyo culmen es la función en su honor en el día de su onomástica. Incluso, quienes visiten en esa fecha la colegial disfrutan de los mismos beneficios espirituales ganados en Santiago de Compostela gracias a una bula papal, como recoge un espléndido reportaje que publicó la propia corporación, a la que aprovechamos para felicitar por la profesionalidad de sus canales de comunicación. Igualmente da culto a Santiago la hermandad de gloria de la Virgen del Pilar de San Pedro, dada la histórica vinculación entre ambas devociones.
Volviendo a las corporaciones de penitencia, encontramos a Santiago también en otras escenas pasionistas, como la Sagrada Cena, la Redención, el Prendimiento y la Oración en el Huerto. Asimismo, la conocida cruz de Santiago –que hay quien la asimila a una espada en recuerdo del arma de su martirio– aparece en los escudos heráldicos del Amor, San Benito, la Exaltación o la Carretería. Además de en las citadas hermandades, veremos este emblema también sobre el pecho de los nazarenos de los Panaderos. En definitiva, testimonios todos de la importancia que conserva la figura del Apóstol.
Y, dada nuestra vocación provincial, no podemos olvidar recomendar desde aquí a quienes puedan que se acerquen a las hermosas villas de Castilleja de la Cuesta y Aznalcázar a participar de sus procesiones triunfales, viejas –que no anticuadas– tradiciones que se mantienen vivas desde tiempos pretéritos en honor a quien se considera el primer mártir de la Cristiandad.