Cabildo

Pasen y vean

José María Pinilla
José María Pinilla
17/07/2024

A menudo, en el afán de no incurrir en el cliché que se nos endosa a los sevillanos por considerarnos que presumimos en exceso de lo nuestro, es frecuente que caigamos en el extremo contrario y que echemos por tierra lo local en beneficio de cualquier comparación con el exterior. Convendrán en que ambas actitudes conviven de forma aparentemente incoherente. A veces, incluso, en un mismo interlocutor con apenas minutos de diferencia. Sin embargo, esa segunda opción de la crítica mordaz en ocasiones está sobradamente justificada.

No es necesario ahondar en el hecho de que nuestra ciudad es el modelo más imitado en lo relativo a las cofradías, sus expresiones y el arte sacro que de ellas se nutre. Por extensión, las instituciones y autoridades responsables de regularlas y de velar por sus intereses también son el espejo en el que otros lugares se miran. Hablamos de la Delegación Diocesana de Hermandades, de la Diputación de Fiestas Mayores del Ayuntamiento, del Consejo o de Protección Civil por centrarnos en quienes rigen el marco de las cofradías de uno u otro modo. Me aventuro a afirmar que en Sevilla sacamos más pasos, tenemos más nazarenos y celebramos más procesiones en el año que en cualquier otro lugar del mundo, razón por la que estas instituciones están más que acostumbradas a organizar eventos de dicha naturaleza.

Pues bien, cualquier procesión conocida puede quedar empequeñecida por la que habrá de clausurar el II Congreso de Religiosidad Popular, auspiciada por el Arzobispado con el aplauso generalizado de los cofrades, que se frotan las manos ante la histórica convocatoria. Sabiendo que es un acto que –con los añadidos de la importancia devocional de las imágenes participantes y de la fecha escogida– va a concitar a multitudes, con buen criterio se optó por buscar un itinerario en paralelo al río con amplitud y facilidad de acceso suficientes para garantizar la mejor gestión del mismo.

Por ello, cuando se hizo público el recorrido y otras cuestiones adyacentes a la citada procesión, se daba por hecho que el anuncio se producía tras todos los pasos necesarios. Incluso nos consta que se había conseguido el apoyo económico por parte de la Junta, el cual se articularía mediante una subvención de la Consejería de Cultura. Sin embargo, hoy nos despertamos con la noticia de que desde los Bomberos y el Ayuntamiento se desautoriza el lugar escogido por no reunir las condiciones mínimas. Profundizando en los informes emitidos, resulta que la cercanía con la orilla del río y el corte de ambos puentes (San Telmo y Triana) convertirían a ese trayecto en una ratonera.

Es cierto que en esta nuestra ciudad hemos visto situaciones de algún modo análogas en las que en apariencia se daban condiciones complicadas para la seguridad y no ha pasado nada. ¿Se exageró entonces o se asumieron riesgos que por fortuna no acarrearon consecuencias? Nos vienen a la cabeza aquella eliminatoria de UEFA del Sevilla FC contra el Tottenham una noche de Jueves Santo o –el pasado año sin ir más lejos– el tránsito de varios cortejos participantes en el Santo Entierro Grande por el entorno de San Pablo en escaso tiempo. Bien podríamos por ello discutir hasta qué punto el riesgo planteado es tan alto como para impedir la procesión, pero hacer este análisis a la ligera es más propio de una barra de bar que de un foro serio, por lo que daremos por bueno que son los responsables profesionales de la seguridad quienes deben evaluar los peligros y pronunciarse.

Sea como fuere, este humilde opinador no sale de su asombro al intuir que los organizadores del acto del 8 de diciembre no hubieran hecho la pertinente consulta previa antes de anunciar sus pormenores. ¿De verdad a nadie se le había ocurrido? ¿O hay algún tipo de rencillas entre instituciones y se aprovecha la ocasión? Discúlpenme el titular de esta reflexión, pero el mundo de la carpa a rayas y las narices rojas es lo primero que se me viene a la cabeza ante este desaguisado.



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