Cabildo

Su Católica Majestad en Triana: Felipe IV y la cofradía del Cachorro

José María Pinilla
José María Pinilla
09/02/2023

Está de grata actualidad la hermandad de la Expiración (o del Patrocinio, según deseen), pues su imponente Crucificado formará parte de la Procesión General del Santo Entierro y presidirá un viacrucis por su feligresía en esta inminente Cuaresma. Por si fuera poco, se comenta que la Dolorosa podría realizar una salida extraordinaria en su paso de palio en noviembre dentro de los actos conmemorativos del medio siglo de su hechura.

Sírvanos este último asunto como excusa para hablar de la Virgen del Patrocinio, no tanto en su actual configuración debida al recordado Luis Álvarez Duarte como respecto a la advocación en sí y a la propagación de su histórica devoción. Para ello, arranquemos el DeLorean y hagamos un viaje en el tiempo hasta la primera mitad del siglo XVII.

Nos situamos en 1624 y Su Católica Majestad Felipe IV rige los destinos de la España peninsular, insular y de ultramar además de los de Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Borgoña, los Países Bajos y Flandes. Muchos territorios para quien, aunque no en el grado de su padre, prefería delegar buena parte de los asuntos de Estado en poderosos validos y emplear su tiempo en ampliar su pinacoteca y disfrutar del teatro, de las cacerías o de algún escarceo amoroso. En febrero de este año, vino el monarca a Sevilla unos días. Pernoctó en el hoy abandonado monasterio de San Jerónimo, paseó en suntuoso carruaje por la ciudad, fue recibido tanto en la Catedral como en el Alcázar y finalmente cursó visita con una barcaza al monasterio de Santa María de las Cuevas, algo que ya había hecho en su momento su bisabuelo el emperador Carlos.

Se cuenta que el soberano “se escapó” alguna tarde para navegar con discreción por el río y que desembarcó al final de la cava, donde algún vecino le refirió –muy probablemente sin saber con quién hablaba– acerca de la capilla en la que se daba culto a una sencilla imagen de la Santísima Virgen. El piadoso rey entró y oró ante Ella para pedirle protección. Queriendo Felipe IV que el Imperio Español estuviese bajo el amparo de la Virgen, promovería años más tarde a la Santa Sede la institución de la festividad del Patrocinio de María. Aunque se trataba de una idea enarbolada siglos atrás por los dominicos, será en 1656 el papa Alejandro VII quien fije como día litúrgico el segundo domingo de noviembre.

Volviendo a la humilde capilla trianera, según algunos historiadores, la Virgen ante la que se postró el rey era conocida entonces por la del Rosario, pero, a partir de pleitos precisamente con la Orden de los Predicadores, tuvieron que cambiar la advocación por esta del Patrocinio hacia 1673. Justamente se cumplen ahora 350 años de aquello. A celebrarlo se ha dicho.

Agradecido por la difusión que Felipe IV promovió para esta devoción mariana, la hermandad surgida para dar culto a dicha imagen (que no se uniría a la de la Expiración hasta más adelante) comenzó a celebrar tras su fallecimiento en su honor exequias funerarias en el citado mes de noviembre. Esta piadosa costumbre se mantiene aún hoy en el seno de la corporación. Otro recuerdo al rey se aprecia en el águila bicéfala –emblema principal de la Casa de Habsburgo– que aparece en el escudo de la hermandad, así como la mención expresa al año 1656, a Felipe IV y al pontífice Alejandro VII en el mismo. Por último, echen un vistazo a los soberbios candelabros de cola que cinceló Jorge Ferrer para iluminar cada Viernes Santo el manto de la Dolorosa trianera. Sí, también tienen al águila de dos cabezas como motivo principal. Si es de bien nacidos ser agradecidos, ¿qué podemos afirmar de la cofradía del Cachorro viendo el cariñoso recuerdo que tienen a quien fuera conocido como el Rey Planeta?



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