Un penalti volvió a meter el pánico en el cuerpo

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 10/09/2022

Creo que cualquiera que siga míninamente al Sevilla pensó, cuando Joselu marcó el penalti, que en Cornellá había lío y gordo. Dos goles es una ventaja amplia, sin duda. También invita a cierta relajación, que siempre es la vía directa para complicarse y no rematar la faena. Ni contar con dos tantos a favor serenó al Sevilla. Fue un 1-3, además, marcado al filo del descanso, con un cuarto de hora por delante para rumiar nubarrones. El Espanyol olió la sangre y con sus cosas interesantes arriba, también absolutamente calamitoso atrás, no empató por poco.

Efectivamente, la buena primera parte sevillista -letal en el área rival, aseado en la suya- dio paso a la preocupación, a la fatiga. No llegó el 3-3 de milagro. La respuesta del equipo fue discreta, pues en lugar de seguir jugando con personalidad y buscando a los Cabrera y compañía, el plan no fue otro que rezar y sufrir. Las apariciones de Isco ya no fueron peligrosas. Se optó por el toque facilón con el objetivo de que pasaran los minutos. Al equipo se le vio sin confianza, algo normal después de tantos golpes. Y sin confianza, uno tiene miedo hasta de ponerse las calzonas.

Al final, victoria de máxima importancia. Sin duda, Lopetegui tiene imán para la agonía. Hasta con un 0-3 en Cornellá aparece el de la guadaña. Conclusiones, algunas ya sabidas: Isco es extraordinario. Habría que acompañarlo más y por supuesto debe seguir mejorando su físico. Que Lamela iba a ser expulsado estaba escrito. No era tan fácil quitarlo. Es de los pocos que tienen buen físico. El chaval, Carmona, se ganó el lateral derecho, por delante de Navas, por supuesto de Montiel y como siga así, de En-Nesyri. También el triunfo demuestra que los jugadores no han decidido guillotinar al entrenador. Todos se esforzaron, sufrieron y apretaron unidos. Normal que Lopetegui lo celebrara con efusividad.