Peirano

El Petardazo

José Antonio Jiménez 30/12/2013

En época de vacas flacas no hay más remedio que recurrir a profesionales tan baratos como desconocidos. Melones por calar que casi siempre salen malos. Y es que lo barato… Nuestro petardazo de la semana fue uno de tantos delanteros que durante los años ochenta del siglo pasado vistieron la camiseta del Sevilla Fútbol con escasa fortuna.

Manolo Cardo, al que ya la gente le echaba en cara no meter a su equipo entre los primeros de la tabla clasificatoria de Primera división, demandaba delanteros con acierto ante las metas rivales (el técnico coriano se quedó con las ganas de tener en sus filas al madridista Pineda, un futbolista que terminó por aceptar la llamada del Málaga tras el salto al primer equipo merengue de Emilio Butragueño).

Desgraciadamente, las deudas impedían firmar a arietes solventes. Por eso vino a Nervión durante el verano de 1984 Miguel Ángel Peirano. Atacante que había jugado a buen nivel en el Peñarol. Llegó cedido por una campaña, con una opción de compra que se haría efectiva si cumplía las expectativas generadas con su contratación. Debutó con gol en un bolo estival que despertó el optimismo entre la feligresía blanca.

Sin embargo, dichosa burocracia, tuvo que esperar a octubre para estrenarse oficialmente (hablando en plata, no tenía los papeles en regla). Un estreno que duró el tiempo que tardó en agredir al españolista N’Kono y ser expulsado. Aquella tontería le marcaría para siempre (apenas jugó un par de partidos más en la 84/85, en Nervión ante el Racing de Santander y Osasuna). Evidentemente, con tales argumentos se antojaba imposible pagar un dinero por un delantero centro que no mejoraba lo que había. Que, visto lo visto, nunca tendría que haber arribado a la capital hispalense.

Lo sucedido en Sevilla se repetiría a lo largo de su carrera deportiva. Ni en Uruguay, ni en Ecuador ni en Grecia sería un atacante desequilibrante. Más bien todo lo contrario. Un delantero poco hábil con el balón en los pies, incapaz de ver portería cuando le llegaban claros balones de gol. Peirano, un petardo en toda regla.